El fotógrafo Gary llegó al restaurante por un bistec a lo pobre con ensalada fresca y una jarrita de emoliente con linaza. “María, me vino a buscar el legendario periodista de Política, ‘Cigarrito’.
‘Gary -me dijo- mis fuentes ya me datearon que has cobrado tus utilidades. Ya separé una mesita en el ‘Queirolo’, en Quilca, con escabeche de bonito con pancito, unas patitas de chancho con salsa criolla y una res de pisco, solo falta que la pagues, ja, ja, ja’. El curtido hombre de prensa, con dos ‘tanganazos’, alzó la voz: ‘En una ocasión me enviaron a una comisión que involucraba al gobierno en derrames de petróleo en el Amazonas y debía entrevistar al alcalde. En la discoteca ‘Noa Noa’ conocí a una joven belleza de la ciudad: se llamaba Ninfa. Fue amor a primera vista. Esa noche nos besamos y la quise acompañar a su casa. ‘Déjame aquí nomás, mi papá es celoso’, me susurró. Al día siguiente fuimos a almorzar y nos besamos otra vez y le propuse que sea mi enamorada. Me aceptó y le dije para ir a mi hotel, a que me dé mi regalo de despedida. ‘Soy pura, Cigarrito, ven dentro de seis meses con mi anillo de compromiso y seré tuya ese día, pero después nos casamos, Ok’. Regresé a Lima feliz, me había dado un teléfono para que la llamara. Pero ella era quien me llamaba al diario.
‘Amor, voy a estudiar derecho, ¿me puedes apoyar económicamente?’. Le mandaba giros todos los meses. También me pedía para libros, refrigerios y ropa. Yo trabajaba duro y daba clases en mis descansos en la facultad de periodismo, todo para mandarle a mi futura esposa.
Pasados los seis meses, el inmenso y rubio director me ordenó: ‘Cigarrito, anda a Iquitos a una misión importantísima’. Llegué con un anillo de oro. Como no tenía su dirección, la busqué en la universidad con una foto de ella abrazada conmigo. Le pregunté al portero. ‘Aquí no estudia ninguna Ninfa’, me aclaró. Al ver su foto, de cuerpo entero, me dijo: ‘Pero ese colorado de la esquina conoce a todas las mujeres de la ciudad’. El pecoso la vio y se mató de la risa. ‘¡Tío, te metiste con la más brava! ¡Ella es la ‘brasileña’ Talis! No me digas que también te hizo el cuento’. Fui al antro ‘Anaconda’, que estaba lleno de turistas y en una puerta había una cola. ¡¡Eran clientes de todas las nacionalidades esperando turno para estar con mi Ninfa!! Armé un escándalo y me botaron unos mastodontes. La mandé al diablo y me fui a beber. Me olvidé de la comisión. Dos días después llegué al diario, el inmenso director me comió vivo delante de todos. Ni bien me fui, en ‘Las pancitas’ vi el noticiero, el presidente había disuelto el Congreso, tomado los diarios y secuestrado a periodistas. Un exmandatario escapó por los techos y estaba en la clandestinidad. Yo tenía su número de beeper secreto y me escribió: ‘Cigarrito hazme una entrevista y difúndela al mundo, me van a matar’, escribió. Fui a la entrevista y después volé al diario. Cuando le mostré las fotos y la grabación, el director me abrazó. ‘¡Cigarrito eres el mejor tigre del periodismo!’. La nota fue primicia mundial. El director, al día siguiente, me llamó a su oficina y me aumentó de sueldo. ‘Te vas a Paracas para que te relajes y te olvides de esa mujer traicionera’”. Pucha, ese señor ‘Cigarrito’ fue un gran periodista, pero no guardó pan para mayo. Me voy, cuídense.