
Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un arroz con pollo y papa a la huancaína. Para tomar pidió una jarrita de jugo de naranja. “María, la ola delincuencial que vive el país es la peor de toda nuestra historia. Casi no existe peruano que no haya sido asaltado o conozca a alguien que lo ha sido. La delincuencia está en todas partes. En los barrios acomodados, en los conos, en los micros, combis, en la calle, en una pollería o en una mototaxi. Asaltan a todas horas. En las mañanas, en las tardes, en las noches y en las madrugadas. El otro día, un amigo que iba en su auto con dos chicas fue violentamente atracado por ‘raqueteros’ que le cerraron el paso, lo hicieron chocar y luego les apuntaron con sus armas. Les arrebataron los celulares y las tarjetas de crédito, para luego retirar dinero de sus cuentas. Por poco no lo matan.
Como muchos, había salido a divertirse en una fiesta y regresaba a su casa en su propio auto. Otros son asaltados en taxis. Como el caso de ‘El cochinito de Punta Hermosa’, un taxista que secuestraba, dopaba y robaba a personas que salían de discotecas o fiestas. Una de sus víctimas, Anthony Pezer, un joven peruano-estadounidense de 27 años, tomó su vehículo en Punta Hermosa. Lo que recuerda después es despertar en un arenal, sin nada más que su ropa. El hampón y su organización criminal hicieron transferencias de dinero de su billetera digital, compraron costosos productos de marca y se quedaron con su reloj Rolex, celular, cadena de oro y criptomonedas, todo por un valor de 50 mil dólares. Lo más indignante es que ante la indiferencia de la Policía, él mismo investigó y logró dar con el hampón y sus cómplices. Estos fueron detenidos, pero un mal juez solo les dio comparecencia, pues dijo que el delito solo era de hurto simple. Con una justicia así, los rateros se ríen. ¿Qué pasa con nuestros magistrados? ¿Han perdido la razón? Ellos debieran defender a la ciudadanía y no refugiarse en la leguleyada para no administrar justicia. Urge una recomposición del Poder Judicial y el Ministerio Público”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.