Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín con pollo y su papa a la huancaína. Para tomar pidió una jarrita de limonada. “María, terrible lo que pasa con los casos de abusos sexuales contra niños en el Perú. Según las cifras oficiales, las violaciones van en aumento y muchas se maquillan con el pretexto de que fueron relaciones consentidas. Hay que tener mucho cuidado. Hoy más que nunca debemos proteger a nuestros hijos.
Los ‘monstruos’ están escondidos en muchas partes: en el colegio, en el hogar, la calle, los supermercados, el club, el cine y en internet. Hace poco leí que una niña de 11 años embarazada por violación se encuentra en riesgo, pues el Estado le niega la posibilidad de interrumpir una gestación no apta para tan corta edad. La historia de terror de esta pequeña se inició en Iquitos, donde vive. Ella fue víctima durante por lo menos cuatro años de un agresor a quien la familia denunció, pero no ha podido ser ubicado.
El 4 de agosto último, una junta médica del Hospital Regional de Loreto denegó el acceso de la niña al procedimiento de aborto terapéutico, pese al riesgo emocional y contra su vida. Dios quiera que eso no pase con nuestras hijas, sobrinas o nietas. ¿Se imaginan el infierno continuo que sufre esa niña? No solo abusada por largos años, sino embarazada y ahora obligada a criar a un hijo no esperado.
Ella debería estar estudiando la primaria, jugando con sus amiguitas y planeando su futuro, pero no. Ahora debe centrarse en el ser que alberga en su vientre. Por eso, los padres o tutores no deben escatimar cuidados con sus hijitas, donde sea que se encuentren. Y, sobre todo, deben hablarles siempre para saber qué piensan, quién las asusta, qué drama llevan por dentro. Hemos visto muchas veces que son acosadas hasta en los carros de transporte público y en la calle.
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