Opinión

Pancholón mal de la cabeza

Pancholón continúa repitiendo sus famosas frases, pero el gordito ya no es el mismo, ha perdido fuerza
Pancholón afirma que el hotel Wimbledom es cono su tercera casa.

El Chato Matta llegó al restaurante por una rica suprema de pollo con arroz blanco graneadito, rocotito molido y una jarrita de agua de cocona. “María, estoy herido, la estoy haciendo desde el jueves. Pancholón me timbró para adelantar la Navidad y se puso un Cartavio XO en las rocas. Pero el gordito ya no es el mismo. Ha perdido fuerza, pese a que a cada rato repite sus famosas frases: ‘Somos los que somos’, ‘dame que te doy’, ‘abre que voy’, ‘la noche es joven’, ‘campeono en una’, ‘la pampa es para todos’...

‘Chatito -me dijo-, tú eres mi hermano, yo no confío ni en mi sombra. A mi alrededor hay hinchas, ‘sapos rabiosos’ y chistosos que están a mi lado, pero duermo con un ojo abierto y el otro cerrado. Por estas fechas me pongo triste. Tengo el corazón de piedra, pero también late’. ‘Pancho -le dije-, pon algo de música para alegrar el ambiente’. Abrió la puerta de su camionetón negro, de lunas polarizadas, y puso salsa dura en la voz de uno de sus cantantes preferidos, el Cano Estremera.

‘Yo, yo, yo creo que voy solito a estar cuando me muera/ he sido el incomprendido, ni tú ni nadie me ha querido tal como soy / Pero yo, yo, yo, solo estaré y juraré que cuando muera/ aun así con mis presagios pondré tu nombre a flor de labios y moriréééé’. ‘Chato -prosiguió- cuando me casé con una dama decente, pensé que era para toda la vida, pero no soportaba estar encerrado, parecía un tigre enjaulado en el Parque de las Leyendas.

En las madrugadas tenía pesadillas, quería salir corriendo de la casa. Por eso lo entiendo a Gallese, ese Wimbledon es como mi tercer hogar después de La Posada. Espero que su esposa lo perdone, porque una calentura no puede traerse abajo la familia.

Ese chico es sano, quiso correr sin haber gateado. Al ‘Orejas’ Flores le veo cara de sano, pero uno nunca sabe. Lo que pasa entre cuatro paredes a veces sorprende. Yo estoy podrido desde muy joven. Hace un tiempo estaba por la avenida La Marina y me encontré otra vez con Jackie, quien fue mi primer amor de barrio, pero me engañó. Ese romance dejó una huella en mí. Era guapa y andaba siempre con minifalda.

Años después, cuando la volví a ver, ya era una señora de las cuatro décadas que todo lo tenía bien puesto. Salíamos con amigos y había varios abogados que me querían ‘partir’, pateaban debajo de la mesa, pero se iban de cara. ‘Panchito -me decía ella en La Posada-, cometí el gran error de mi vida. Fue mi mala cabeza, pero la vida da muchas vueltas y siento que podemos recuperar el tiempo perdido’.

Yo me reía. No creo en las actrices que lloran y me quieren ‘comer el coco’. Después de hacer el amor, me quedé dormido y soñé que me querían partir. Estoy mal de la cabeza, necesito un psiquiatra’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de mujeriego y sinvergüenza, pero cuando sea viejo va a sufrir porque nadie lo va a amar de verdad. Me voy, cuídense.


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