Opinión

PPK, ‘House of Cards’ y la política como tablero de ajedrez

‘El Búho’ comenta nuevamente lo que se viene para Pedro Pablo Kuczynski y las negociaciones que debe realizar en el contexto político actual.
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Este Búho observa que ya se está armando el tablero de ajedrez donde se disputará una titánica partida entre el flamante gobierno de y aliados, que juegan con las blancas, frente a la poderosa escuadra de Fuerza Popular y francotiradores, que tienen las negras. El ‘rey’ Pedro Pablo confía en un ‘alfil’ de su absoluta confianza, que es un experto en su campo. Ha ganado mil partidas en el ámbito privado. Además de conocer perfectamente cómo funciona el aparato estatal, en materia económica y productiva, lleva a varios peones con su perfil al tablero, perdón, al Gabinete.

Pero le critican que es un ‘pulpín’ en política. ‘A las ligas mayores no se viene a aprender’, dijo Mulder en tono lapidario. La oposición inicia la partida con una ‘reina’ ducha en política como Luz Salgado. La política es como el juego de ajedrez, realizas un movimiento, pero detrás de él hay una intención escondida, oculta, así que tomen con pinzas las ‘buenas intenciones’ de ‘Doña Luz’ con respecto a una mesa multipartidaria realmente representativa. Además, ya le pusieron al Premier el mote que ‘jugará para la gran empresa’. Pero lo que me sorprende es que el flamante Primer Ministro, , es un fanático de la serie norteamericana de Netflix, ‘House of Cards’. Resulta paradójico para alguien a quien se le dice que las aguas políticas le resultan pantanosas y que solo es un gran tecnócrata.

‘House of Cards’ es una serie alucinante. La protagoniza Kevin Spacey, en el papel de Frank Underwood, como el político sin escrúpulos, el representante de Carolina del Sur del partido Demócrata, que quiere ser más que un simple coordinador de su bancada en el Congreso. ¡¡Quiere ser presidente del país!! Pero es consciente de que, para lograrlo, tendrá que eliminar uno a uno a los adversarios que le ponen trabas para seguir escalando. Claro, no podría orquestar sus más malévolas emboscadas, sus viles engaños, la destrucción física y moral de quienes son sus enemigos o simplemente le estorban, si no fuera por su bella y pérfida esposa Claire (Robin Wright, en el papel de su vida). Desde la primera temporada vemos que Frank no solo necesita una esposa inteligente y bella, sobre todo bella para escalar en política.

Claire es más que eso. Más que su esposa, es su consejera, su socia, su compinche. Además, llamar matrimonio a la unión de dos seres que solo aman el poder, es manchar una institución todavía muy respetable. Ellos no hacen nunca el amor. Ese placer lo reemplazan con sentarse a medianoche, después de haber urdido mil complots y maldades, a fumarse un cigarrillo compartido frente a su ventana. Más adelante, Claire se reencuentra con un amante y vemos que Frank depende demasiado de un fornido guardaespaldas, o seduce a una joven y bella periodista para que lo ayude a filtrar información que dañe a sus enemigos en su periódico. Y, al final, se deshace de ella tirándola a las líneas del metro. Claire traiciona al amante para ayudar a su esposo y evitar el escándalo. Entre muertes, traiciones, complots, Frank, primero llega a la vicepresidencia y después, junto a su siniestra socia, van derecho a tumbarse a su último escollo: ¡¡el mismísimo presidente de USA!!

En la tercera temporada de ‘House of Cards’, encontramos a la pareja instalada en la Casa Blanca. Frank, durante una visita del mandatario ruso, no se hace ascos y le pide a su mujercita que lo enamore para que firme un tratado que busca limitar armas en Medio Oriente. Pero Frank es ambicioso. Sabe que su presidencia es fruto de sus intrigas y complots a todo nivel. Quiere ir a la reelección para llegar a la presidencia por el voto popular. Eso es más difícil.

Y en la cuarta temporada de ‘House of Cards’ que terminó, comienza a desmoronarse la casa de naipes que construyó con tanto esfuerzo. El presidente se podía dar el lujo de pelearse con cualquiera, menos con su esposa. Y lo peor, lo hace en el momento en que más la necesita, cuando un periodista al que creía había destruido mandándolo a la cárcel, amenaza revelar todo el reguero de sangre y destrucción que dejó para llegar al sillón presidencial.

Su esposa se va a casa de su madre, lejos de Washington, lejos del poder, y ve que la vida de simple mortal puede ser triste y da miedo. Su madre está enferma, grave. Esa temporada le da a los seguidores un respiro, el mal también paga. Pero uno nunca se debe confiar con esta espectacular serie. Siempre te deja enganchado. Como al premier Fernando Zavala, que seguramente estará repasando las primeras temporadas para empaparse de algunas técnicas de la política ‘real’ con una oposición que, reafirmo, está con los dientes afilados, más agresiva que el mismísimo Frank Underwood. Apago el televisor.

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