El Chato Matta llegó al restaurante por un delicioso chaufita de mariscos con conchas, langostinos y pulpito. Para la sed, se pidió una jarrita de chicha morada al tiempo. “María, recibí la llamada del doctor Chotillo. ‘Chatito, vente volando donde el tío Felipe. Tengo la última de Pancholón’. Al llegar escuché tremenda bulla. El cirujano estaba movidito, lucía achibolado y cantaba a todo pulmón un tema de Nicky Jam: Te estaba buscando/ por las calles gritando/ eso me está matando/ te estaba buscando/ por las calles gritando/ como un loco tomando…/ Es que yo sin ti/ Y tú sin mí/ Dime quién puede ser feliz/ Esto no me gusta/ Esto no me gusta…/ Chato, ahora sí puedo decir que el discípulo superó al maestro. No seas malo, Pancholón ya se parece al ‘Chato’ Hart, que se regala en una discoteca y cae como mansa palomita. La firme que al piloto lo ‘sembraron’ y pagó ganso. Aunque no me lo creas, a Pancholón le pasó algo peor y hoy está en cura de sueño, en una conocida clínica de Cieneguilla donde curan todo tipo de adicciones. Hay adictos al alcohol, a la cocaína, a la pasta básica, a los casinos, pero también al sexo. Al gordito lo están bañando con agua helada en las noches para bajarle la calentura.
Es que en su terapia le confesó al psiquiatra que no podía estar una noche sin tener sexo. Fui a visitar al maestro y me contó lo que le pasó. ‘Causita, la culpa de todo la tiene la psicóloga. Ella está obsesionada conmigo de una manera enfermiza. Me sigue, me acosa, me huele a kilómetros. Me hizo la de Mónica Lewinsky a Bill Clinton. Yo pequé de sano y no me di cuenta de su jugada. Un día me dijo: ‘Gordito, no uses preservativo. Esta noche quiero sentirte todita’. Pero cuando estaba a punto de explotar, hice el saltito del cangrejo para atrás… Ella no se secó con la toalla, sino con su hilo dental que quedó empapadito. Y se encerró en el baño. Yo me cambié, porque tenía que ir urgente a una diligencia y después a casita. Cuando estaba en la noche echadito en mi cama viendo una película, tocaron la puerta de mi casa. Era un mensajero que traía una caja envuelta en papel de regalo. La abrí y era el ¡¡hilo dental de la psicóloga!! La tarjeta iba dirigida a mi mujer y decía: ‘Si eres inteligente, haz que le hagan la prueba de ADN y verás que tu marido te engaña conmigo y con muchas más’. Me malogró mi noche. Solo sentí un puñete en el ojo y un arañón en la cara. Después me golpearon en la cabeza con una silla. He tenido que internarme unos días para que me perdonen. Todas las cosas que debo pasar por mujeriego, pero no puedo cambiar, la tramposería está en mis genes, cada vez que veo a una mujer que me gusta, imagino que estamos haciendo el amor”. Pucha, ese señor Pancholón es un sinvergüenza. Me voy, cuídense.
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