Este Búho, ante la agobiante e indignante crisis en nuestra política y la inseguridad ciudadana, se refugia en las películas. Hay muchas maneras de acertar con un buen filme a la hora de estar escogiendo entre cientos de cintas que ofrecen en Polvos Azules. Este columnista apunta primero al nombre del director. Si es uno consagrado, cuyo trabajo conozco y valoro, no lo pienso dos veces. En otras ocasiones, voy por el reparto. Si veo que en el cast hay actores de renombre, ganadores de Óscar, íconos de la actuación o jóvenes revelaciones, también me apunto. Pero cuando hay un buen director y a la vez un notable reparto actoral, eso quiere decir que esa película será de buena para arriba.
Eso me pasó con el filme ‘Viudas’ (‘Widows’), estrenado a finales del 2018. La dirigió el inglés Steve McQueen, el cineasta negro que se consagrara con ‘12 años de esclavitud’, que ganara el Óscar a la mejor película en el 2013, aunque ya me había sorprendido con ‘Shame’, un trabajo de bajo presupuesto que lanzó a la fama a Michael Fassbender.
McQueen tiene entre sus cualidades el saber trabajar con los actores. Por eso, cuando después de cinco años volvió a dirigir, muchos laureados mandaron mensajes ofreciéndose para el puesto. El reparto de ‘Viudas’ es impresionante: ganadores de estatuillas como el eterno Robert Duvall o Viola Davis, los taquilleros Liam Neeson, Michelle Rodriguez, Colin Farrell y la sorpresa de ‘Get Out’, Daniel Kaluuya.
El filme es un trepidante thriller político policial. Fiel a retratar las problemáticas sociales de las minorías, el director centra su universo en una ciudad de Chicago dominada por los políticos tradicionales blancos y racistas, comandados por Mulligan padre (Duvall) y Jack, su hijo (Farrell). Pero, mientras el padre quiere mantener el ‘statu quo’ de corrupción sobre los proyectos sociales dirigidos a las ‘minorías’ negras y latinas sin mezclarse con ellas, su hijo lo desprecia porque no ‘abre los ojos’ y no ve que tiene que aliarse o combatir a las mafias de delincuentes organizados, como Harry Rawlins (Neeson) y las de religiosos negros mediante las que, de manera soterrada, blanquean dinero de negocios sucios de narcotráfico, extorsión o robos, y en algunos casos, utilizando sus mismos deleznables métodos. Justamente en ese ‘nadie sabe para quién trabaja’, la banda de Rawlins, conformada por hijos de inmigrantes con parejas de igual condición, roban dos millones de dólares a una bodega de un mafioso negro, Jamal Manning, que compite con Jack Mulligan por una alcaldía clave de la ciudad. En ese atraco mueren achicharrados todos los asaltantes. El dinero desaparece, pero el mafioso negro amenaza a la viuda afroamericana de Rawlins, Veronica (increíble papel de Viola Davis), con asesinarla si no le devuelve el dinero que le robó su marido.
Aquí es donde realmente la película se pone trepidante y nos damos cuenta de que los muertos solo serán referentes lejanos y llenos de defectos y que, en realidad, sus viudas eran diamantes en bruto, sepultadas por su machismo y su autosuficiencia de ladrones exitosos. Cuando están en peligro de muerte, ellos aceptan la propuesta de Veronica, a quien su marido le dejó un plano del lugar donde darían su próximo golpe, para que ella a su vez se lo entregue al vengativo mafioso, pero la mujer reúne a las otras ‘viudas’ y allí la historia nos lleva a terrenos insospechados y violentos, donde nadie es lo que aparentaba ser y la trama se alargará con un final totalmente inesperado. Una película de esas que tienes que verla una y otra vez, porque siempre verás una nueva escena clave para armar el rompecabezas. Apago el televisor.