Este Búho abre sus ojazos para ver en vivo y en directo lo que sucede en Ecuador. Es de terror. Y en plena redacción de Trome se escuchan voces similares: Esto puede pasar en el Perú. Estoy convencido de que el gobierno de Dina Boluarte no tiene una estrategia para combatir el accionar de las organizaciones criminales que también operan en diversos países de la región. Mafias sanguinarias, sobre todo venezolanas, encontraron en Perú el lugar donde los integrantes de sus pandillas, como ‘El Tren de Aragua’, ‘Puros Hermanos Sicarios’, ‘Hijos de Dios’ o ‘Los Gallegos’, puedan actuar con impunidad, gracias a que PPK les abrió las puertas.
Las bandas han hallado en la extorsión y en el sicariato su negocio. Y no dudan en asesinar a mototaxistas, empresarios y prostitutas que se niegan a pagar sus cupos. En el colmo de la impunidad, se enfrentan a balazos en pleno barrio de Risso, como en una película de gánsteres, ametrallando un edificio en una zona residencial y comercial, todo por dominar el ‘mercado’ de las meretrices. Este peligroso avance de la criminalidad ha vuelto a poner en los ojos de los ciudadanos el nombre del presidente de El Salvador, Nayib Bukele. Uno que imponga mano dura, pero no como el payaso y fumón de Antauro Humala, que está mal de la cabeza.
Les declaró la guerra a las sanguinarias pandillas ‘Mara Salvatrucha’ (M 13) y ‘Barrio 18′, inaugurando la cárcel más grande de América, con capacidad para cuarenta mil presos exclusivamente pandilleros. El penal tiene gimnasios, pero no funcionará un venusterio. “Antes en las cárceles tenían celulares, televisión, drogas e ingresaban mujeres. Ahora no tendrán nada de eso, van a venir a pagar sus crímenes, no a disfrutar”, enfatizó el mandatario. Los pandilleros encarcelados son ‘soldados’, miembros de una banda internacional dedicada al sicariato, tráfico de drogas, trata de personas, tráfico de armas, robo, secuestro, extorsión, y su red se extiende por Estados Unidos, Centroamérica y Sudamérica, incluido el Perú.
Solo en El Salvador hay cien mil ‘maras salvatruchas’. Tienen demoníacos requisitos para ser miembro de la pandilla: asesinar a un efectivo policial o a un pandillero de una banda rival. En el caso de las mujeres, si no quieren asesinar, tienen que permitir que las violen diez pandilleros. Estamos hablando de un ejército de psicópatas, descuartizadores, tatuados, que tenían aterrorizada a la población salvadoreña, que optaba por lustros en recluirse en sus casas por miedo a cruzarse con estas lacras. Cuando en el 2019 el polémico Bukele llegó al poder, con sus 37 años, el presidente más joven de la historia de su país, declaró la guerra a las pandillas y metió a la cárcel a 64 mil de ellos. Lógicamente, los índices de criminalidad bajaron. De 103 homicidios por cien mil habitantes en el 2015 a 10 por cien mil habitantes en el 2022. El cambio en la sociedad fue impresionante y eso se refleja en los altísimos índices de popularidad del mandatario, pues tiene 90 % de aprobación.
“El Salvador ha logrado pasar de ser el país más inseguro del mundo al país más seguro de América”, escribió hace un tiempo el presidente en Twitter. “¿Cómo lo logramos? Metiendo a los criminales en la cárcel. ¿Hay espacio? Ahora sí. ¿Podrán dar órdenes desde adentro? No. ¿Podrán escapar? No. Esta será su nueva casa donde estarán por décadas, mezclados, sin hacerle más daño a la población. Una obra de sentido común”, afirmó. Controvertido, polémico, se puede discrepar en muchos puntos con Bukele, pero está derrotando a un ejército terrorista y demencial como las pandillas salvadoreñas, que tanto daño hicieron a la sociedad honrada y trabajadora de El Salvador. Más bien en el Perú, donde la criminalidad llega a niveles espantosos, nadie hace nada. Los fiscales y jueces sueltan a los criminales pese a que los atrapan con drogas y armas. Increíble. Apago el televisor.
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