Este Búho recibió del propio director una triste noticia. Murió el gran ‘Mazamorrita’, Luchito García... Me quedé lelo. Me lo había encontrado antes de la pandemia degustando un cebichito de corvina en el ‘Suizo’ de La Herradura. Los dos estábamos solos y compartimos la mesa. Me confesó su adicción por Trome y me la pasé escuchando jugosas anécdotas de la televisión.
Luchito García fue uno de los famosos coanimadores del legendario programa del inmenso Augusto Ferrando, ‘Trampolín a la fama’ (1966-1996). El imaginario popular nunca olvida cómo Lucho anunciaba los premios que se iban a llevar los concursantes en el programa. ¡Cincuenta kilos de arroz!, ¡Cincuenta kilos de azúcar!, gritaba para excitación del público.
‘Mazamorrita’ estuvo ese triste sábado en una tarde de mayo de 1996 cuando el recordado animador se retiró de la televisión con su inolvidable frase que alteró: ¡Un comercial y ya no regreso! No pudo dejar el ‘bichito’ de la televisión y la radio y continuó manteniendo un ‘programa concurso’ en televisión por cable. ‘Se lo prometí a don Augusto, continuar con un programa que descubra nuevos valores’, sostenía. Nunca olvidó que Ferrando gritaba ‘¿Cuál es la rubia más rica?’. Y Luchito con una cerveza en la mano se servía la Cristal y se la tomaba a vaso lleno. Después de la muerte del ‘Negro’, mantuvo su programa con su hijo Pancho ‘El emperador’, narrador deportivo de aquellos, hasta que ‘Mazamorrita’ se retiró al padecer una penosa enfermedad. Hoy se encuentra junto al ‘Zambo’ Ferrando, La ‘Gringa Inga’, Carbajal, ‘Tribilín’ y los hijos de Augusto: Chicho, Rubén y Juan Carlos en el Olimpo del espectáculo haciendo reír a los ángeles.
Este columnista es consciente de que los jóvenes no saben quién es Ferrando. Ni se imaginan que hubo una vez una época en que el gran entretenimiento de las familias eran la televisión en blanco y negro. Sin canal de cable, solo tres o cuatro señales abiertas. Y que los sábados abuelos, padres, tíos y hermanos se juntaban en la sala de la casa para pasar tres horas inolvidables de risa con el programa de Panamericana, con el inmenso Augusto, el más exitoso animador de todos los tiempos.
‘Don Augusto’ o ‘El Zambo’, así era llamado por el pueblo que lo idolatraba, bajo el pretexto de ser formato de concurso musical, derivaba en un verdadero circo, donde el público y sus coanimadores eran los payasos de un claun mayor e implacable: el propio Ferrando.
Con treinta años al aire, la mayoría de ellos en vivo, ‘Trampolín a la fama’ se convirtió en el programa más longevo de la televisión peruana y el más exitoso en rating. Augusto era jodido con sus coanimadores. El torpe ciudadano afroperuano de Villa El Salvador, Felipe Pomiano, recibía el sobrenombre de ‘Tribilín’ el dibujito de Disney, destinatario de los más extremos comentarios, como ‘mi compadre no es más bruto porque no ensaya’. Ingeborg Zwinkel, una delgada cincuentona alemana radicada en el Perú, que trabajaba con las monjitas extranjeras en los penales, aparecía bajo el seudónimo de la ‘Gringa Inga’. Ella, con su horrible castellano, siempre mostraba su solidaridad por los chistes contra Pomiano y lo abrazaba. Ferrando señalaba con el brazo y gritaba: ‘¡Miren, la bandera pirata: un fondo negro y una calavera!’.
Uno de los pilares del programa eran sus auspiciadores y le ponía su toque especial al anunciarlos: ‘¡Cocinas Coldex, te duran hasta que te la roban!’; una marca de cerveza que, al tomarla, afirmaba: ‘La penúltima es mejor que la primera’, o había un banco: ‘¡Ahorra o nunca!’. Fue un pionero en el tema del bullying escolar: ‘Que a tu hijo no le pongan chapas en el colegio, dale leche Gloria’. Junto a ellos, Violeta Ferreyros, una dama cuarentona con mucha personalidad pero soltera. También era el ‘punto’ del animador’, que la llamaba ‘Viejoleta’ de cariño. A la troupe ingresarían Luchito ‘Mazamorra’ García y Peggy Lindley.
Muchos cómicos salieron de ‘Trampolín’, por eso el animador hizo popular la frase ‘¡yo lo descubrí!’, por lo que utilizaba a algunos de esos artistas ‘descubiertos’ en sus propagandas, como a Miguel ‘Chato’ Barraza. Ferrando contribuía a la ‘fama’ que este tenía y para hacer una publicidad de tallarines preguntaba al público: ‘¿Los tallarines los pone...?’ y todos respondían gritando ‘¡Cogorno!’, y luego los interrogaba nuevamente: ‘¿Y la pasta...?’. Y todos respondían ya condicionados: ‘¡Barraza!’. Ferrando era querido. Una vez un anciano ganó un jugoso premio: ‘¿Qué vas a hacer con este suculento premio, viejito?’. Este respondió con gracia: ‘Con este dinero, Augusto, ¡voy a pagar a todos los que les debo!’, haciendo carcajear al público. Ferrando, complacido, aumentó el monto del premio: ‘Muy bien, entonces esto es para que pagues a todos los que les debes y esto para que te vayas a un hostal’. Apago el televisor.
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