Este Búho se sobrecogió con la noticia: Ha muerto Tom Wolfe, ‘el padre del nuevo periodismo’, a los 88 años. Sentí un impacto similar cuando recibí la información del fallecimiento de otro ícono, el ‘duque blanco del rock’, David Bowie. A Wolfe, como a Bowie, le encantaba vestirse de blanco. El americano era un ‘dandy’, siempre impecable con sus ternos albos. Bowie fue un vanguardista como Wolfe, un camaleón que supo trascender las épocas, las modas y, tal como reza una de sus emblemáticas canciones, ‘Modern Love’, adecuarse a los nuevos tiempos. Tom Wolfe, más que por su laureada novela ‘La hoguera de las vanidades’, revolucionaría el monocorde, rígido y encarpetado periodismo norteamericano, a inicios de los años sesenta del siglo pasado. Wolfe, un joven reportero nacido en un hogar acomodado en la segregacionista Richmond, Virginia, en 1930, hijo de un ingeniero al que le gustaba el periodismo y editaba una revista agrícola, y una madre que le enseñó que debía amar al arte, se graduó en la prestigiosa Universidad de Yale, pero pese a hacer y rehacer su tesis, no le interesó acabar como un ‘intelectual progresista’ e ingresó a la redacción de periódicos como el Washington Post, antes de los destapes de Watergate, y el New York Herald, donde escribía hasta obituarios. Desde el principio odiaba el intransigente manual que ordenaba a los reporteros escribir con la clásica ‘pirámide invertida’, con el ‘qué, cuándo, dónde, cómo y por qué’ como eternos en los encabezados de las noticias. Rumiaba su odio leyendo a esa extraordinaria generación de escritores norteamericanos como Ernest Hemingway, John Dos Passos y William Faulkner.
Una tarde de 1963, una huelga en su periódico Herald lo dejó sin trabajo. Dicen que su pasión por el blanco se debe a que en esos tiempos de pobreza neoyorquina, se podía poner su veintiúnico terno blanco, ‘porque sentaba bien tanto en verano como en invierno’. Buscó trabajo en la revista Esquire, que a la postre sería el nido de los grandes del ‘nuevo periodismo’, como el inmenso Gay Talese. Lo mandaron como primera comisión a cubrir una carrera de autos especiales a California. No era su tarde. No lograba escribir la crónica. Frustrado, se lo confesó a su editor. Este le dijo: ‘Bueno, entrégame un memorándum de todo lo que viste, acá lo arreglamos’.
Tom le envió 49 páginas en las que plasmaba una visión en primera persona, intimista y a la vez ferozmente denoscriptiva. Hasta describía con palabras el ruido de los autos. El editor, con olfato premonitorio, la publicó tal como se la entregó, sin quitarle una coma. El artículo causó furor. Junto a él, integrarían ese selecto club, escritores de la talla de Norman Mailer, Hunter S. Thompson y Gay Talese. Con Truman Capote tuvo una larga enemistad. Ambos eran sureños, pero Wolfe era de familia acomodada, mientras Truman era nieto de granjeros. Capote odiaba el ‘dandismo’ y la sofisticación de Wolfe, el periodista detestaba el arribismo social de Capote y se dedicaba a demoler con sus artículos a las élites neoyorquinas, como en ‘Radical Chic’, al afamado músico Leonard Bernstein, quien congregara a un conspicuo grupo de artistas e intelectuales que vivían en Park Avenue, la zona más exclusiva de Nueva York, en una fiesta en un fabuloso departamento con los dirigentes del movimiento radical negro ‘The Black Panther Party’. Fue un artículo demoledor hacia la crema y nata neoyorquina, descaradamente posera e hipócrita, lo que se convertiría en su sello. Sus odios también enfilaron contra Norman Mailer, a quien no perdonaba sus aires de matón. Cuando le preguntaron en que consistía ‘el nuevo periodismo’, lo resumió así: ‘Este descubrimiento, modesto al principio, humilde, de hecho respetuoso, podríamos decir, consistiría en hacer posible un periodismo que... se leyera igual que una novela’. A pesar de que desde que ingresó jovencísimo a la redacción de un diario, anunciaba que era ‘la novela’ el objetivo primordial del periodista, solo a los 57 años publicó su ópera prima, el libro vendido por millones, ‘La hoguera de las vanidades’. Pero dos años antes había escrito: ‘Incluso a los 55 años, sigues creyendo que hay un cordón que te une para siempre con tu juventud. Pero un buen día descubres que es solo un hilo y que puede romperse en cualquier momento’. Mil veces imitado, pero nunca igualado. Wolfe tuvo siempre reparos cuando se trataba de mirar a los talentos sudamericanos. Con Gabriel García Márquez más bien tuvo recelo, aunque no evitaba elogiarlo educadamente. Es que para muchos estudiosos, fue el colombiano quien en 1955, con sus magistrales 14 crónicas en el diario El Espectador de Bogotá, iniciaría el ‘nuevo periodismo’ con su reportaje titulado ‘Relato de un náufrago’. Pero eso será tema de otra columna. Apago el televisor.
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