Este Búho, como miles de familias en el país antes de la cena de Nochebuena, rezará una plegaria por nuestros seres queridos que se fueron por culpa de la maldita pandemia del coronavirus y la criminal actitud del entonces presidente Martín Vizcarra, que por hacer negocios millonarios con los empresarios chinos en la compra de pruebas rápidas inservibles, retrasó la adquisición de vacunas efectivas. Por eso me indigna que justo en estos tiempos de Pascua salga a burlarse de los deudos ofreciendo ‘Lagartitos’ como ‘regalos de Navidad’. Miserable.
Pero quiero reflexionar sobre una verdad irrefutable. Los niños de antes creíamos en Papá Noel y los de ahora no. Antaño los padres de todas las condiciones sociales se esforzaban por hacer creer a sus hijos que existía don Santa. Llegaban a escondidas con los regalos. Si su casa era pequeña, le pedían el favor al vecino para que los guardara. A uno lo mandaban a dormir a las ocho de la noche, como de costumbre. Si te despertabas a medianoche por el ruido de los cohetones, bajabas y encontrabas al pie del árbol tu esperado regalo.
‘Papá Noel los trajo y ya se fue’, te decían. Eso hasta los cuatro o cinco añitos. Después ya sospechábamos quiénes en verdad nos hacían los mejores regalos, en mi caso mi querido tío Juan. Si queremos encontrar ‘culpables’, tenemos que decir que la revolución de las telecomunicaciones, la irrupción del cable primero y luego de la internet, el YouTube y otras plataformas de streaming que han desplazado a los otrora poderosos canales de señal abierta en las preferencias de la niñez.
Antes todos los canales de señal abierta tenían programas infantiles vespertinos: Panamericana al recordado ‘Tío Johnny’, Canal Cuatro-América a la inacabable Yola Polastri, ‘la chica de la tele’, y hasta el canal estatal tenía a la recordada Mirtha Patiño con ‘Chiquiticosas’ y su loro Lorenzo. Hoy ningún canal de señal abierta tiene programas para niños.
Los chibolos de hoy si no tienen televisión Smart para ver YouTube en pantalla grande o películas de Netflix o Disney, agarran los celulares de las mamás y mientras ellas cocinan están viendo en dibujos animados derivados de videojuegos como el famoso erizo ‘Sonic’. Papá Noel ya no es personaje para esta nueva generación de niños que entran al TikTok para ver de todo y encuentran en vez de Papá Noeles a sexi modelos con poquísmas ropas actuando de ‘Mamanuelas’.
Los niños ya no son como los de antes.
Siento que los niños ya no son como los de antes. No digo que los de ayer fuimos mejores que los de hoy. Sencillamente nos formamos en épocas distintas. De un gobierno militar que castigó a los infantes prohibiendo la importación de juegos electrónicos, como las deseadas pistas de carrera a control remoto y hasta las muñecas ‘Barbie’, dejándonos con lo básico, unas pelotas viniball, juguetes de plástico ‘Basa’, juegos de salón monses (porque también prohibió el ‘Monopolio’, que los padres asustados lo compraban en el ‘mercado negro’) y usar bicicletas ‘Velamos’ de la desaparecida Checoslovaquia (una de las pocas importaciones permitidas, ese fue mi regalo a los cinco años y resultó una indestructible bicicleta de acero y llantas areneras).
En los ochentas para adelante todo se trastocó, para mal. Para bien se liberalizó todo y regresaron las grandes tiendas, y surgieron los ‘Malls’, y para mal apareció la insania de Sendero Luminoso. Luego la inevitable revolución tecnológica que cambió nuestro estilo de vida y, fundamentalmente, la de los niños. Hoy veo que ellos ya no piden pelotas ni bicicletas, sino tablets, celulares de última generación, drones. La tecnología envuelve a niños y adolescentes que hasta pueden ver a la familia como un estorbo.
Los que somos padres en esta época estamos en una disyuntiva. La tecnología es vital en la educación de nuestros hijos y está bien culantro, pero no tanto. En estas navidades la tecnología más sofisticada llegó para los engreídos de la casa. Hoy en Mesa Redonda los importadores han llegado con containers llenos de drones chinos que vuelan hasta 80 metros con 4GB de memoria y baterías recargables cada cinco minutos a 200 soles, y los precios aumentan según la capacidad de memoria y la batería. Los padres deben tener mucho cuidado. La criminalidad se ha elevado a niveles estratosféricos y los chibolos con sus ‘drones’ estarán entre sus siniestros objetivos. Me quedé corto, mañana continúo. Apago el televisor.
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