La virgen que llora fue un psicosocial elaborado por la dictadura de Alberto Fujimori. (YouTube)
La virgen que llora fue un psicosocial elaborado por la dictadura de Alberto Fujimori. (YouTube)

Este Búho recibe una llamada del director del diario. “Buhito, tu columna sobre las ‘leyendas urbanas’ es una de las más vistas en la web de Trome”, me dice. Allí detallábamos algunas muertes o tragedias que son negadas por el ‘imaginario’ popular’, creando una serie de ‘mitos’ en torno a ellas. Mencionábamos el caso de la engañosa ‘muerte’ en un penal del tristemente célebre narcotraficante ‘Mosca Loca’, la del ‘falso suicidio’ de Alan García y la tragedia del Fokker de Alianza Lima, de la que la ‘leyenda’ asegura que la Marina lo derribó y el delantero Alfredo Tomassini no murió, sino que está viviendo en Estados Unidos.

Pero otra cosa muy diferente es un psicosocial ‘armado’ desde las más altas esferas del gobierno. Ya no es ‘la calle’ la que transforma la realidad por incredulidad, rebeldía o esperanzas escondidas. El psicosocial es un perverso engaño que se burla de la ignorancia, el miedo o la buena fe de las personas.

A eso nos tuvo acostumbrados el régimen de Fujimori-Montesinos. El más escandaloso y rochoso, en el que inclusive se involucró el mismísimo presidente, el ‘Chino’ Fujimori, fue el caso de la ‘Virgen que llora’. Corría el año 1991 y en ese ardiente verano se presentaron en el país miles de casos de enfermos del cólera. Mientras en el continente asiático se contabilizaban 12 mil casos y en África 35 mil, solo en el Perú teníamos 37 mil, y la gente moría como moscas en los hospitales, sobre todo de Lima y Chimbote. Por otro lado, continuaban las denuncias de corrupción contra la familia del presidente con la ropa donada del Japón y su siniestro asesor, Vladimiro Montesinos, comenzaba a hacer de las suyas protegiendo a mafias de nacotraficantes extranjeros.

Para colmo, Fujimori no sabía qué hacer, porque había degustado públicamente un plato de cebiche en Pisco alentando a la población a comer pescado crudo cuando los infectólogos señalaban que los peces infectados por alimentarse en aguas contaminadas también eran fuente de contagio de esta epidemia mortal y debería comerse solo cocido. Había ‘metido la pata’. Algo tenían que hacer.

Fue entonces cuando los diarios ‘chichas’, alentados por el ‘Doc’, estallaron con una noticia increíble: la imagen de la Virgen María se puso a llorar sangre en una sencilla casita de Carmen de la Legua, en el Callao. Vivíamos el primer semestre de 1991.

LOS DIARIOS CHICHA

Como por arte de magia, los diarios ‘chicha’ empezaron a cambiar las portadas y amplificaron la noticia: en una vivienda donde la dueña, una ferviente devota de la Virgen, tenía tres imágenes de yeso, una de ellas ¡¡había llorado sangre!! El pueblo, desesperado porque el cólera seguía matando a personas de toda edad -al final se contabilizaron cerca de 3 mil muertos-, asumió que ese hecho correspondía a un ‘castigo divino’ por la crisis política y económica que vivía el país. Las madres llevaban a sus bebés para que tocaran a la Virgen y kilométricas colas se formaban para pedirle un milagrito. Y hasta el agnóstico presidente, en mayo de ese año, se acercó donde la ‘Virgen que llora’ y rezó para que nos ayude a salir de la crisis. Pero el periodismo de investigación informó que toda esta historia fue ‘armada’ desde el Servicio de Inteligencia Nacional, donde era asesor el siniestro psiquiatra Segisfredo Luza -convicto de asesinato por un crimen pasional décadas atrás-, quien trabajó para la dictadura militar. Allí se descubrió que la dueña del inmueble y custodia de las ‘vírgenes’ era nada menos que hermana del chofer oficial de Fujimori y ¡¡trabajaba en Palacio de Gobierno!!

El mismísimo cardenal Augusto Vargas Alzamora alertó que era un psicosocial. Pero fue en vano. Curiosamente, fueron los medios de comunicación los que alimentaron ese ‘cuentazo’ y también estos los que se lo tiraron abajo. El noticiero de Panamericana invitó a un químico que quería explicar científicamente ‘las lágrimas de sangre de la Virgen’. Pero no llevó una virgen, sino un huaco precolombino. El tipo echó una sustancia al huaco y automáticamente de la reliquia prehispánica comenzó a salir un líquido rojo, idéntico a la sangre, pero no lo era. ‘Igual se le puede echar esto a la Virgen del Callao y tendremos el mismo resultado’, concluyó. Santo remedio, poco a poco la gente dejó de asistir a esa casa. Después vendrían otros exitosísimos ‘armanis’ aprovechados por el SIN. Apago el televisor.

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