Este Búho asistió entusiasmado al estreno de la última película del maestro Martin Scorsese, ‘Los asesinos de la luna’ (2023). Después de las tres horas y veintiséis minutos no me quedan dudas de que el director es de aquellos míticos cineastas -como Clint Eastwood- que cuando todos creen que ya llegaron al tope de su capacidad creativa con extraordinarias películas, salen como un viejo gallo de pelea -que ‘con el ala mata’- con un nuevo filme, como este, que es mucho más que un monumental western.
El neoyorquino otra vez se sale de su ‘zona de confort’ donde ha contado historias de despiadados clanes mafiosos de la urbe y con extremada violencia callejera, cuyo último brillante eslabón fue ‘El irlandés’ (2019) injustamente maltratada por la Academia de los Oscar. Pero con ‘Los asesinos...’ seguramente volverá a tener a esos académicos de Hollywood a sus pies. Porque nos remonta en el túnel del tiempo a 1920, a un pueblo de Oklahoma.
El director basó en parte su historia en el libro del periodista de investigación David Grann: ‘Los hijos de la luna. Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI’ (2017), que se convirtió en un bestseller porque narraba un hecho de la historia negra no contada de Norteamérica. La cronología de un despojo criminal contra una tribu de nativos, los Osage, quienes fueron expulsados de sus tierras violentamente por los colonos blancos, por lo que decidieron comprarse ellos mismos una reserva en una zona inhóspita y de ínfimo valor.
El destino quiso que la adquirida tierra muerta de Oklahoma guardara en sus entrañas un tesoro escondido: petróleo. Y así, en la década de 1920, los Osage se convirtieron en las familias más ricas del planeta. Construyeron casas suntuosas, compraron coches de lujo y, por ironías del destino, sus sirvientes eran blancos.
Pero no solo llegó la prosperidad, sino la codicia criminal de los ‘cara pálidas’ sin escrúpulos, quienes se introdujeron por interés en la comunidad vía matrimonio o sociedades comerciales para comenzar a asesinar con total impunidad a sus esposas, hijos o socios y quedarse así con sus valiosas tierras y dinero.
El libro de Grann consigna que más de cien homicidios se cometieron en la época y tuvieron que llegar investigadores del recientemente formado FBI para frenar la ola asesina, aunque quedaron muchos casos sin resolver.
Brillante Robert De Niro
El argumento de Scorsese comienza con William ‘King’ Hale (brillante Robert De Niro en su personaje pérfido y siniestro), un ganadero blanco que se hizo ‘amigo’ de los Osage y se ganó su confianza para, en efecto, intentar arrebatarles las propiedades, el dinero y la vida a todos. ‘En el país más importancia le dan a la muerte de un perro que a la de un indio’, se justifica.
Para ello, animó a su sobrino Ernest Burkhard (Leonardo DiCaprio en la actuación de su vida como un amante bandido) a casarse con Molly, una mujer nativa, encarnada por Lily Gladstone, quien tiene sangre india por sus abuelos de la nación ‘Pies Negros’.
La actuación de Gladstone es extraordinaria, conmovedora y debe ser obligada candidata a llevarse un Oscar. Sufre por amar a un ‘coyote’, como llaman los nativos a los blancos codiciosos como su marido Ernest, que también la ama pero tiene ‘secretos’ con ella.
Hay tantas muertes que uno se puede perder en los nombres de las víctimas. Este columnista está acostumbrado a ver sangre a borbotones y asesinatos brutales en los filmes de ‘Marty’, como en ‘Buenos muchachos’ (1990) o ‘Casino’ (1995), pero francamente en ‘Los asesinatos...’ las muertes me estremecían, pues nunca se ve tanta sangre fría en ese sistema perverso de aniquilamiento donde están comprometidos los autores intelectuales, sicarios, médicos, sheriff y hasta el dueño de la funeraria, coludidos en esa maquinaria del odio y del racismo con un Estado ausente, en un periodo llamado por los historiadores como ‘El reino del terror’.
Aquí no hay lucha, ni un mínimo intento de defensa de los Osage, solo hay victimarios y víctimas. El director viajó a Oklahoma con DiCaprio y tuvo largas charlas con los descendientes de los afectados Osage. Quería que los nativos estuvieran representados con precisión.
Y tanto metió a la nación agredida en el proyecto que Gladstone, DiCaprio y De Niro en momentos hablan su lengua. Un filme épico, estremecedor y conmovedor, llamado a convertirse en un clásico dirigido por un genio con toda su maestría y actuaciones deslumbrantes. Un documento invalorable de la historia humana que demuestra por qué el cine nunca debe morir. Apago el televisor.
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