Este Búho asiste a un hecho histórico. Mario Vargas Llosa acaba de llegar al Perú a celebrar sus 88 años que los cumple este 28 de marzo, junto a Patricia, con quien ya se habría reconciliado. Compruebo una vez más que, a veces, la vida real de algunos genios de la literatura mundial sobrepasa con creces la ficción de sus monumentales obras.
Ellos mismos podrían ser protagonistas de esas historias asombrosas que nos encandilan. Allí está Jorge Luis Borges, a los 86 años, casándose con María Kodama, la secretaria que podía ser su nieta, a la que conoció cuando ella tenía 14 años y era su solitaria compañera de estudios del idioma islandés, según el maestro el más perfecto del mundo.
Nuestro Mario Vargas Llosa pertenece a esta cofradía. Ya había escandalizado no solo al mundo literario peruano, sino a la sociedad misma de la época, cuando en los años 50, siendo un menor de edad, de 19 abriles (en ese entonces la mayoría de edad se alcanzaba a los 21), se casó con su tía Julia Urquidi, de 27 años, a más señas, divorciada.
Y por si fuera poco, algunos años después se separaría de ella para casarse con ¡su prima hermana! Patricia Llosa, quien al salir del colegio llegó a Londres para estudiar inglés y se alojó en la casa de su tía Julia, hermana de su madre Olga, y de su primo Marito Vargas Llosa.
Cincuenta años después de ese matrimonio con Patricia, con quien tuvo tres hijos, el escritor decidió abandonarla. ¿La razón? El Premio Nobel de 80 almanaques cumplidos se enamoró de Isabel Preysler, filipina, la llamada ‘Reina de la prensa de corazones’, con tres matrimonios a cuestas: exesposa del cantante Julio Iglesias, del marqués de Griñón y viuda del político socialista y ex ministro español Miguel Boyer.
Mario rompió todas sus reticencias frente a la prensa, de la que siempre despotricó, y junto a la Preysler declaró al buque insignia de las revistas del corazón, ‘Hola’, el ‘alma máter’ de la filipina que también se considera ‘periodista’. Y dijo unas palabras que cayeron como un misil atómico a la familia Vargas Llosa (especialmente a Patricia y sus hijos Morgana y Gonzalo): ‘Este ha sido el año más feliz de mi vida’.
Este columnista se pregunta: ¿No fue más feliz cuando tenía 19 años y, sorteando toda clase de vicisitudes, hizo realidad el sueño de casarse con su amada tía Julia? Para lograrlo, inclusive, tuvieron que hacer un viaje clandestino a Chincha y enfrentar la persecución del papá de Mario, un animal con terno y corbata, como lo definía su hijo, que amenazó de muerte al novio y a la ‘corruptora’ Julia.
Las alucinantes circunstancias de ese enamoramiento las inmortalizó en su quinta novela, ‘La tía Julia y el escribidor’ (1977). Allí, por primera vez, Mario utiliza los nombres verdaderos de su familia y amigos. Así, asistimos a la historia de ‘Marito’, el inquieto hijo de una dama de la sociedad arequipeña, Dora Llosa, y de Ernesto Vargas, empleado de una empresa norteamericana que maltrata y odia a la familia de su esposa y martiriza a su vástago, al considerar que este, durante los ocho años que se crio con la familia Llosa, el tiempo que el padre de Mario los abandonó, se convirtió en un chico aniñado que corría el riesgo de ser afeminado.
Por esta razón, el futuro escritor, al terminar el colegio en Piura e ingresar a San Marcos, decidió no vivir con sus padres, sino en Miraflores con sus abuelos, y frecuentaba casi diariamente la casa de su tío Lucho y su esposa boliviana Olga. Justamente aquí recala la guapa hermana de su tía, la boliviana Julia Urquidi, quien sin pelos en la lengua sostiene que viene a Lima a conseguir otro esposo que tenga ‘una buena posición económica’.
La mujer se burla de ‘Marito’, al que conoció cuando era un bebito en Bolivia, y le dice que no sale con mocosos, pero al final le acepta una salida al cine. De tanto encontrarse en la oscuridad de la platea, de largos paseos y conversaciones entre Barranco y Miraflores, surge el romance y la posterior ‘locura’ de contraer matrimonio a escondidas.
Algunos también se han preguntado si el nacimiento de su primogénito Álvaro o el de su engreída hija Morgana no fueron los días más felices del escritor. O la mañana en que le entregaron el Premio Nobel en Estocolmo. Al parecer, todo eso quedó en segundo plano ante una mirada o una movida de la ‘socialité’.
Pero ese ‘cuento de hadas’ acabó de mala manera cuando el escritor peruano cayó enfermo de coronavirus y la filipina lo abandonó. Nunca fue a visitarlo, tal como lo cuenta Jaime Bayly en su novela ‘Los genios’. Ahora ha vuelto con la Patricia de toda su vida. Mario es un tremendo personaje de novela. Apago el televisor.
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