Este Búho es un convencido que hemos llegado a la punta del iceberg en lo referente al imparable y explosivo crecimiento de la criminalidad en el Perú. Nunca nuestro país vivió sumergido a diario entre crímenes, extorsiones, sicariato y violaciones. La mayoría de venezolanos que llegó huyendo de la pobreza son gente honrada y trabajadora, pero también entraron lacras que no respetan la vida humana. Son bien malditos y aprietan el gatillo sin piedad.
El país está de cabeza y lo peor es que tenemos un gobierno y un Congreso muy incompetentes. Dina Boluarte no soluciona nada. Y gran parte de los congresistas son unos vulgares ‘mochasueldos’, impresentables que solo están buscando beneficiarse con sueldos dorados, viajes y otras gollerías.
Claro, como ellos viajan con seguridad de parte del Estado no les importa la pesadilla que vivimos los peruanos. Hace unos días mataron a un policía en Lima Norte y ayer asesinaron cruelmente a un empresario por no dejarse secuestrar. ¿Por qué no convocan a un gran acuerdo para decretar a la delincuencia como terrorismo y planean una estrategia junto al Ministerio del Interior, los alcaldes y jueces? La situación que vive el país es insostenible.
“Señor Búho, por favor, usted que escribe en el periódico, ayúdenos. No tenemos a quién recurrir. Yo vivo por la avenida Canta Callao y todos los días que salgo de mi casa a las 6 de la mañana para venir al trabajo, lo hago con terror porque los rateros en mototaxi se han adueñado de la zona, por la avenida Naranjal y otras, donde roban desde las 4 de la mañana. Sobre todo a mujeres y jóvenes. Andan con pistolas y cuchillos. Allí no hay policías, ese lugar es tierra de nadie”, me dice una jovencita preocupada mientras le pone gasolina a mi carro en un grifo de la avenida La Marina.
Me sublevo al escuchar la queja de esa chica trabajadora, porque pienso que podría ser mi hijita. Esa jovencita suda doce horas al día para ganar de manera honrada unos cuantos soles y no es justo que deba vivir con miedo porque unos cobardes rateros pueden golpearla, cortarla y hasta matarla en las calles de Lima. No hay derecho que mientras muchos políticos se rascan la panza, o están trabajando por sus intereses personales o de grupo, el resto de los peruanos estemos abandonados a nuestra suerte.
Estos criminales actúan sin ningún temor, pues además de drogarse para ser más crueles, saben que será muy difícil que los atrapen debido a la ausencia policial. Y si los agarran, están convencidos de que amenazando y pagando coimas saldrán libres pronto.
Hace poco hablaba del ‘Plan Bratton’, elaborado en el año 2002 para la ciudad de Lima por el jefe de Policía de Nueva York, William J. Bratton. Este famoso sheriff y el alcalde neoyorquino, Rudolph Giuliani, unos años antes, habían convertido la peligrosísima ciudad estadounidense en uno de los lugares más seguros, tras idear y ejecutar el plan ‘Tolerancia cero’. Para ello, básicamente, colocaron miles de policías en las calles y se dedicaron a combatir la grave corrupción que había entre las autoridades.
Asimismo, pusieron bastante énfasis en la prevención del delito. Se comprobó que muchos delincuentes que no fueron apresados por cometer una infracción de tránsito, por beber en la vía pública o no tener documentos, luego perpetraron asesinatos y otros graves crímenes. Bratton y Giuliani se inspiraron en la teoría psicológica de las ‘ventanas rotas’. Es decir, si se rompe una ventana en un edificio y no se la reemplaza a tiempo, los palomillas van a romperla por completo e ingresarán por allí para robar y de allí romperán otras ventanas y al final destruirán el edificio.
Atendiendo a esa teoría, la Policía de Nueva York realizó batidas y controles a cada hora. Detenían a gran cantidad de personas, y entre ellas encontraban a asesinos requisitoriados, violadores o terroristas que se iban derechito a prisión. Pero el ‘Plan Bratton’ jamás se puso en práctica en nuestro país y se continuó cometiendo varios errores en Lima.
Como dejar en libertad a los rateritos que eran atrapados por robar celulares, carteras, o que te rompían la luna del carro para llevarse los paquetes. ‘Son delitos menores’, decían y al rato estaban otra vez robando en las calles. ¡Inaudito! Porque no hay mejor forma de alentar la delincuencia que dejarla sin castigo.
El resultado fue que muchos de estos delincuentes se convirtieron después en sanguinarios ‘marcas’, ‘raqueteros’ y extorsionadores que hoy siembran de muerte las calles del Perú. La lucha contra la delincuencia es la nueva guerra interna que nuestro país está obligado a ganar, si queremos un lugar seguro para nuestros hijos. No les dejemos un país en el que teman salir a la calle porque pueden matarlos, como ya sucede hoy. Apago el televisor.
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