Este Búho, pese a que es un curtido hombre de prensa que lo ha visto casi todo, no deja de indignarse por casos de niñas víctimas de lacras que las asesinan sin piedad. Desde hace años creo en la pena de muerte para este tipo de casos y me llega que me digan ‘políticamente incorrecto’.
Ante el insomnio agarro un libro que lo vuelvo a leer de un tirón: ‘Crónica de una muerte anunciada’, del Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Gabo publicó este libro en el año 1981. El libro se convirtió en un boom de ventas. El argumento sacó del cuadro a todo el mundo.
Santiago Nasar es el guapo y codiciado heredero de la más acomodada familia del pueblo. Todas las chicas han caído en la cama de este galán buenmozo y con billete. Se supone que una de ellas fue Ángela Vicario, de familia pobre y cuyos hermanos se desempeñaban como matarifes de camal.
La novela, que se promocionó como si fuera un filme de Spielberg o James Cameron, tuvo una primera edición de ¡un millón de ejemplares! distribuidos por España e Hispanoamérica. Era una especie de novela policiaca, pero a diferencia de la novela negra, donde nadie sabe quién va a morir, Gabo empieza el libro con esta alucinante frase: ‘El día que lo iban a matar, Santiago Nasar...’.
O sea, los lectores ya sabíamos que el pobre iba a morir asesinado. El colombiano estaba comenzando por el final, pero era todo un artificio. A partir de ahí, con una maestría que, según críticos, nunca volvería a tener, diseccionó las horas desesperadas no tanto del infausto protagonista, sino de sus verdugos.
Sobre ese detalle recaía la magistral trama del colombiano, que dejó lelos a las grandes plumas anglosajonas de la novela policial. ¡Gabo fabricó una historia policial donde no aparece ningún policía! En ese recóndito pueblo ribereño, donde se confabulan una serie de circunstancias a favor o en contra de Santiago Nasar, que terminan en su terrible muerte, todos sabían que los hermanos Vicario lo iban a matar, y todo porque después del matrimonio entre Ángela Vicario y el comerciante itinerante Bayardo San Román llegó el acabose.
Ya en la alcoba nupcial, Bayardo se dio cuenta de que Ángela no era virgen. Bajó a la casa y la tiró como si fuera un perro, gritó ‘¡el matrimonio es nulo!’ y se fue. Los hermanos exigieron que Ángela revele el nombre del culpable. Según la novela, la chica pudo decir el nombre de Santiago Nasar porque era el millonario del pueblo, hijo de la poderosa colonia árabe, y sus hermanos no iban a tocarlo.
García Márquez se pone en el pellejo de los hermanos, ebrios de tanto beber aguardiente en la boda. Los Vicario ‘bocinaban’ que iban a matar a Santiago, con la esperanza de que la policía o algunos familiares de este los detengan. Pero nada. Al final, Nasar fue asesinado con cuchillos de matar cerdos por los vengativos hermanos. Se cumplió la muerte anunciada. Pero la noticia, después de publicada esta pequeña obra maestra, es que ¡toda la historia fue cierta!
O sea que no surgió de la extraordinaria ficción de Gabriel, sino que fue un hecho exactamente real, lo cual no lo desmerece en absoluto, pues los hechos los descubrieron periodistas colombianos ni bien salió la novela. Los reporteros viajaron al pueblo ribereño de Sucre, donde vivía la familia de García Márquez. Allí descubrieron que Gabo no fue testigo del asesinato, sino sus hermanos.
Santiago Nasar era en realidad Cayetano Gentile, de veintitrés años, estudiante de Medicina en Bogotá. Y fue vilmente ultimado por dos matarifes. Gentile era íntimo amigo de los hermanos de Gabo y su mamá le hizo prometer que mientras ella estuviera viva, nunca se iba a atrever a publicar la historia.
Como en una de sus clásicas frases del novelista, le advirtió: ‘Mijo, usted no me habla de la rechazada, porque su madre es mi amiga, y yo no lo consideraré mi hijo si la hiere’. Gabo, como todo sudamericano, respeta hasta la locura a su viejita y no la publicó hasta que ella murió. Apago el televisor.
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