Este Búho aprovecha el feriado largo para ‘lagartear’ frente al mar, uno de mis vicios favoritos, y releer algunos libros que se quedaron grabados en mi mente para toda la vida. Hace algunos años leí dos relatos del legendario escritor norteamericano John Fante (Colorado 1909-Los Ángeles 1983), contenidos en ‘Al oeste de Roma’ (1985), como se titula el libro, y confieso que me estremecí. Uno de ellos es el soberbio e indenoscriptible ‘Mi perro idiota’, que recién vería la luz dos años después de fallecido, pese a que fue escrito muchos años antes.
¿Por qué a un viejo autor que supo tener un cuarto de hora de fama, tras publicar dos novelas esperanzadoras a finales de 1930, como ‘Espera a la primavera, Bandini’ (1938) y ‘Pregúntale al polvo’ (1939), le comenzaron a sacar obras inéditas después de casi cincuenta años y estando ya muerto? Todo esto gracias al gran Charles Bukowski. Ya veremos por qué.
Fante les enseñó a Bukowski y a Kerouac a saber usar un ‘alter ego’. Muchos años antes de que naciera ‘Henry Chinaski’, ya ‘Arturo Bandini’ vagabundeaba por el viejo Los Ángeles y por la colina de Bunker Hill. Fante y Bandini son dos caras de una misma moneda. Hijos de inmigrantes italianos, con una madre abnegada y católica, y un padre albañil, borrachín, mujeriego, un jijuna con el que Fante/Bandini mantiene una irresistible y a la vez repelente relación.
Con ‘Pregúntale al polvo’, Fante pudo catapultarse a niveles de un Ernest Hemingway, John Dos Passos o Scott Fitzgerald. Pero tuvo el infortunio de Bandini. Cuando la editorial pensó lanzar por todo lo alto esta novela, los abogados de Adolfo Hitler la querellaron por piratear su libro ‘Mi Lucha’. La millonaria penalidad llevó a la quiebra a la empresa y así también los sueños de Fante.
Decepcionado, ancló en Hollywood para escribir guiones de cine en la época de oro. Pero la decadencia de ‘la Meca’, a finales de los cincuenta, también significó su propio descalabro. Entre 1952 y 1977 no publicó absolutamente nada. Se había convertido en un amargado y decadente guionista de cine, porque nadie se acordaba de sus obras, ni siquiera los críticos. Cuando le detectaron diabetes avanzada y paró de beber, ya era demasiado tarde. Le amputaron las dos piernas y se quedó ciego.
En 1979, Charles Bukowski sostiene que el único escritor que influyó en su obra es John Fante. El ‘Viejo Indecente’ convence a su editor John Martin y reeditan ‘Pregúntale al polvo’ con un emocionado homenaje suyo a manera de prólogo: “Allí había fluidez. Cada reglón poseía energía propia, dando la sensación de que allí se había esculpido algo. He allí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer ese libro fue para mí un milagro. Ese libro se titulaba ‘Pregúntale al polvo’. El autor se llamaba John Fante”.
El libro se agotó en librerías y la editorial volvió a publicarlo con éxito de ventas en el mundo. Y en un acto conmovedor, el novelista, totalmente carcomido físicamente y completamente ciego, le dictó a su esposa Joyce lo que sería su último libro en vida: ‘El sueño de Bunker Hill’, la última de la saga de su entrañable personaje Arturo Bandini.
A partir de ‘La hermandad de la uva’ (1977), Fante tiene un nuevo ‘alter ego’, Henry Molise, un antiguo escritor y otrora guionista exitoso en los años sesenta -donde se ambienta la obra- sin chamba, viviendo con lo único que le queda, algunos carros viejos, un caserón frente al mar, su esposa y sus cuatro hijos mantenidos.
En ‘Mi perro idiota’, Molise enfrenta una disyuntiva ante su complicada familia: abandonarlo todo e irse a vivir solo a la Roma de sus ancestros. Pero la invasión de un ser extraño trastoca sus ilusiones evasivas. Un perro indenoscriptible y callejero ha invadido su residencia. Un animal grandazo amenaza dinamitar antes de tiempo los ya corroídos cimientos de su familia.
Magistrales diálogos de las tribulaciones de una familia blanca de suburbio, como estrecheces económicas, vástagos egoístas y hasta prejuicios de la época: la madre desquiciada porque su hijo mayor está enamorado de una chica negra. Su padre lo encara: ‘¡Oye, qué cojones tienes contra las blancas!’.
Pero los iniciales esfuerzos por desalojar al repelente can de su hogar harán aflorar sentimientos encontrados entre padres e hijos: ‘Soy un marido podrido, un padre asqueroso, una pésima fuente de ingresos, un fracaso total’. Hay que ser de piedra para no reír, para no impresionarse, más aún si eres padre, con un Henry Molise como un personaje de aquellos que se volverá inolvidable. Una ‘nouvelle’ redonda, de las que cuando terminas la última línea protestas y dices: ‘¿Por qué tan rápido?’. Y buscarás otro libro del maestro. Apago el televisor.
MÁS INFORMACIÓN:
Contenido GEC