Este Búho se sorprendió de que Alejandro Sánchez, el empresario, amigo y socio del encarcelado y coimero Pedro Castillo, dueño de esa madriguera de la corrupción llamada la ‘casa de Sarratea’, haya sido detenido por la Policía de Migraciones de Estados Unidos, la ‘migra’, al ingresar al estado de Texas ilegalmente desde México con un grupo de inmigrantes transportados por los tristemente célebres ‘coyotes’ mexicanos.
Siniestros personajes, mayoritariamente pertenecientes a sanguinarias mafias, que trafican desde hace décadas con seres humanos, en su mayoría latinoamericanos, que no consiguen la ansiada ‘visa para un sueño’ para ingresar a Estados Unidos y optan por pagarles miles de dólares a esos tahures para que los hagan cruzar clandestinamente por la frontera natural del Río Grande. Hoy su lista de clientes/víctimas se ha engrosado con ciudadanos africanos y asiáticos.
Sánchez había ingresado legalmente a Estados Unidos acompañando a una comitiva oficial de su paisano, el exmandatario chotano. Con su visa expirada y orden de captura, y con su cabeza con precio como uno de los más buscados, se arriesgó a ponerse en manos de los ‘coyotes’ sin tomar en cuenta las escalofriantes historias de asesinatos, violaciones, asaltos y abandonos en camiones cerrados por fuera que asfixian a decenas de indocumentados, quienes cometen el error de pagarles a estos forajidos.
Los 3 mil 152 metros kilómetros de frontera entre ambos países, delimitada después de la guerra donde Estados Unidos le arrebató Texas y otros territorios a los mexicanos en 1853, han sido testigos de ríos de sangre, muerte y horror sufridos por las víctimas de los hambrientos traficantes de personas. Según cifras oficiales de la Organización Internacional para las Migraciones, desde el 2014 más de siete mil quinientos migrantes fallecieron o desaparecieron en el trayecto hacia Estados Unidos y 988 perecieron en accidentes o por viajar en condiciones infrahumanas.
Lo peor es que los inmigrantes, llamados despectivamente ‘mojados’ o ‘espaldas mojadas’ (porque tienen que cruzar el río), no solo pueden ser víctimas de los ‘coyotes’, sino también de los psicópatas asesinos de los cárteles de la droga que traficaban con cocaína hacia Estados Unidos y se topaban con los grupos de migrantes ilegales. En algunos casos los asesinaban para que ‘no alertaran’ a la ‘migra’, en otros casos asesinaban a los ‘coyotes’ y se encargaban ellos de ofrecer sus ‘servicios’, pero al final terminaban asesinando a sus víctimas.
Como los 74 migrantes que viajaban en un camión de los ‘coyotes’, pero fueron detenidos por hombres armados -todos encapuchados- en una carretera principal de Tamaulipas, a 145 kilómetros del paso fronterizo de Brownsville, Texas. Esos hombres armados pertenecían al Cártel de los Zetas, una de las organizaciones más violentas de México. En ese momento estaban en plena ‘guerra’ con el Cártel del Golfo, al que alguna vez habían pertenecido como sicarios.
Según reportaron los medios, los Zetas primero intentaron obligarlos a llamar a sus familiares en Estados Unidos -o sus países de origen- para que les enviaran miles de dólares o sino se morían. Otras informaciones -incluidos los documentos desclasificados de funcionarios estadounidenses- señalaron que a los hombres les ofrecieron que se integraran a su organización como sicarios. A las mujeres, a las más jóvenes, como ‘trabajadoras sexuales’ y a las de más edad como empleadas domésticas. ‘Todos, excepto un hombre, rechazaron la oferta’, indica el reporte. Es entonces que son llevados a una bodega semiabandonada.
un muchacho ecuatoriano de 18 años dio a conocer su testimonio: “Nos bajaron para pedirnos dinero, pero nadie traía. Después nos ofrecieron trabajar para ellos. Dijeron que eran Zetas, que nos pagarían mil dólares por quincena, pero no aceptamos y nos dispararon”, publicó el diario mexicano Reforma. Luis Freddy Lala había pagado 11 mil dólares a los ‘coyotes’ por llevarlo a Estados Unidos.
Además de contar que les pidieron dinero y luego les ofrecieron trabajo, relató cómo los llevaron al galpón, los amarraron y les vendaron los ojos para luego dispararles. “Solo recuerdo que se escucharon los lamentos y las súplicas de algunas de las personas que estaban allí, luego oí disparos y cuando terminó todo y se fueron, me levanté para pedir ayuda”. El disparo que recibió el joven ecuatoriano penetró por el cuello y le salió por la mandíbula. Fingió estar muerto hasta que se fueron.
Cuando se levantó había otro sobreviviente al lado de 72 cadáveres de hombres, mujeres y niños. Los miles de peruanos ansiosos de emigrar ilegalmente a Estados Unidos por la frontera de México deben conocer estas escalofriantes historias antes de intentar ingresar a suelo estadounidense por una ‘visa para un sueño’, que puede terminar convirtiéndose inexorablemente en ‘una visa para el más allá’. Apago el televisor.
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