Este Búho, en el ‘Día de los Muertos’, debe reflexionar con la mente y el corazón contagiados por ‘la paz de los sepulcros’. Y me reafirmo: nunca me voy a alegrar y hacer ‘fiesta’ cuando una persona se va presa, menos si es una madre de familia como Keiko Fujimori. Pero no me engaño. Los que tienen hijos deben pensarlo mil veces si piensan cruzar la línea. ¿Por qué una mujer que llegó a ser la más poderosa del país, con una bancada mayoritaria que decapitó ministros, premieres y hasta un presidente, terminó con su humanidad en la cárcel de Chorrillos, con el chaleco de detenida y las marrocas? Pienso que la clave está en su biografía política. Este columnista lo sabe muy bien desde aquella mañana de 1990 cuando su padre, el ingeniero Alberto Fujimori -que había pasado a la segunda vuelta frente al novelista y favorito Mario Vargas Llosa- me hizo pasar a su residencia en Monterrico, frente al colegio Weberbauer.
LA NIÑA QUE SERVÍA LIMONADA: Este columnista no pretende justificar el sinuoso y destructivo accionar de Keiko en política, pero ¿qué se podía esperar de un padre como Alberto Fujimori, que desde el mismo inicio de su carrera política involucró a sus hijos pequeños en la misma? Ingreso al túnel del tiempo. 1990. Trabajaba como redactor en un diario que ahora yace en el cementerio de papel. El inmenso y rubio director me mandó a seguirle los pasos al ‘Chinito del tractor’. Recuerdo que ese día, una voz me llama para que ingrese al búnker de Fujimori en Monterrico. El candidato está feliz por mi crónica sobre su mitin de inicio de campaña por la segunda vuelta en Huaycán. ‘Señor, qué bonita columna, por qué no trabaja en mi equipo de campaña -me dijo con su masticado español-. Hijita, tráele al señor una limonada’. Y apareció Keiko en uniforme de colegio sirviéndome un vaso junto a galletitas con mantequilla. Desde ese instante ya Keiko no tendría una infancia como la de cualquiera de nosotros. Su padre, en su ambición por el poder, se la robó. Alberto Fujimori, ni bien tomó el poder, se dedicó a cometer una serie de raterías de la más baja estofa, como por ejemplo, agarrarse la ropa donada del Japón para venderla. Bajeza capitaneada por su hermana Rosa y su cuñado Víctor Aritomi. Susana Higuchi denunció en los medios de comunicación a su cuñada por el delito y su esposo la encerró en los sótanos de Palacio. La propia Susana lo hizo saber a la comisión del Congreso que investigó el caso. ¿Y quién creen que la reemplazó como primera dama? Keiko, sin ningún remordimiento.
NUNCA SUPO SABER PERDER: Keiko heredó un partido autocrático, cuyo sello de fábrica era el apellido ‘Fujimori’. Postuló dos veces a la presidencia y por poco gana. Pero nunca pudo asimilar la derrota con un ‘viejito’ PPK por escasos 70 mil votos. Ya para ese entonces se había rodeado de un entorno tóxico. Muchos cuestionaron, incluso el propio Kenji, que sus asesores, el oscuro Pier Figari y Ana Herz de Vega, la ‘tenían secuestrada’. Keiko, que había guillotinado a los ‘históricos’ fujimoristas como la Cuculiza, Aguinaga, Chávez y compañía, se acompañó de una serie de impresentables como Héctor Becerril. Desde la misma juramentación de PPK se la juraron y no pararon hasta vacarlo. Ejercieron un poder paralelo confrontacional y destructivo, primero con el chat ‘El mototaxi’ y luego con la espeluznante ‘La botica’. Les importaba un bledo la gobernabilidad, solo se preocupaban por destruir toda propuesta del Ejecutivo. El país y las reformas que urgían no interesaban en absoluto.
LA SEÑORA K: Keiko le mintió al país una y mil veces. Ella dijo ‘¡yo no soy la señora K!’, incluso hasta en ‘mensajes a la nación’, pero después el propio Antonio Camayo y Rolando Reátegui, y hasta Miki Torres, reconocieron sus reuniones con el ‘Hermanito’ César Hinostroza. Por eso, como admitió Aramayo, los fujimoristas ‘solos blindaron a Hinostroza’, porque era el pacto acordado con Keiko. La publicación de los audios de ‘La botica’ evidenciaba la verdadera cara del núcleo duro de Keiko, donde tramaban contra el fiscal José Domingo Pérez para ‘deslegitimarlo’, ‘jod...’, ‘con eso lo matamos’, ‘vamos con todo contra Domingo Pérez’. Con esos comentarios, la lideresa de ese chat de Telegram estaba desnudando su obstrucción a la Justicia. ¿Acaso no están amenazando a los testigos? Esta historia tiene para rato, pero la calle está harta de las corruptelas políticas. Apago el televisor.