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Huaicos: El 'Búho' recorre Chosica

El 'Búho' comenta sus andanzas por Chosica, azotada por los terribles huaicos de estos días.

Este Búho no siempre fue un privilegiado columnista. De mis casi tres décadas en el oficio de periodista, durante dos lustros recorrí la cancha como reportero callejero. Por eso, cuando veía por televisión los terribles daños provocados por el ‘Niño Costero’ en poblados como o Punta Hermosa, que están a treinta o cincuenta kilómetros de mi casa, me propuse no dejar que la televisión me edite las imágenes que tengo que ver. El ‘bichito’ del joven reportero se apoderó de mí. Empezaría por Chosica. Cerrada la Ramiro Prialé, todo el flujo de vehículos se concentraba en la infernal Carretera Central, que conocen mis lectores. 

Con o sin huaicos, esta vía, desde Santa Anita hasta Vitarte y Ñaña, se vuelve un enjambre, con un sol calcinante, que achicharra a los miles de pasajeros que viajan en ómnibus, Cúster y combis sin aire acondicionado. En Ñaña, el general de la Policía Nacional, Jorge Lam, había advertido a los conductores de los inmensos tráilers particulares que se abstengan de intentar llegar a Huancayo, Tarma o Huánuco por la Carretera Central. ‘La vía tiene como prioridad fundamental el paso de los ómnibus interprovinciales que trasladan pasajeros, los camiones que llevan asistencia y provisiones a las zonas altas desabastecidas, convoyes militares, bomberos y ambulancias’. 

Una fila de decenas de gigantescos tráilers obstaculizaba la vía hacia Chosica. Ni bien pasamos Ñaña y llegábamos a Chaclacayo, pudimos sentir en carne propia lo que los lugareños llaman ‘la resaca del huaico y los diluvios’. La temperatura bajó terriblemente. Un escalofrío recorría el cuerpo de los ocupantes de la camioneta que nos llevaba a Chosica, nadie había traído una casaca o algún polo manga larga. Ingresamos del sol a un manto negro en el cielo, una neblina, como cuando los infortunados protagonistas de la película ‘Silent Hill’ ingresaban a ese pueblo terrorífico y fantasmal. Así sentimos cuando llegamos a Chosica. Bajamos en el otrora bucólico puente ‘Los Ángeles’. El puente se mueve solo, zarandeado por el río, que arrasó con casas que estaban en las riberas. Un pelotón de policías custodia la zona de desastre y al frente vemos las primeras carpas azules de los damnificados. Ellos son privilegiados. Están a un paso de la carretera y son bendecidos por la solidaridad de ciudadanos que llegan, los divisan y les entregan los donativos. Menos suerte tienen los damnificados de ‘El Chaparral’, ubicados en las alturas del distrito, hasta donde hay que llegar en mototaxi y de noche es peligrosísimo. Ellos son los olvidados.

La Carretera Central, entre ‘Los Ángeles’ y la Plaza de Armas, parece una zona de guerra, como una película de Hollywood sobre desastres, donde el gobierno se ve obligado a sacar a la Guardia Nacional para evitar saqueos y trifulcas. Solo transitan unos pocos buses interprovinciales y muchos vehículos policiales, además de camiones cisterna. Poquísimos autos particulares. El polvo es insoportable. Un huaico se tragó la centenaria línea del Ferrocarril Central y varias viviendas, vecinas a la universidad ‘La Cantuta’, en la zona denominada ‘El módulo’. Pero en Chosica el barro lo cubrió todo y con el paso de los días se convirtió en tierra seca y luego polvo. Ya no hay diluvios, pero llueve todas las tardes, lo que le da al distrito, otrora alegre, despreocupado, la imagen de un pueblo triste, huérfano. 

Si antes sus calles olían a eucaliptos, chicharrón, pan calentito, a parrillas anticucheras, hoy los vecinos de Chosica caminan con esas máscaras que se pusieron de moda años atrás para evitar contagiarse de la gripe aviar. Las usan no solo por el polvo, sino porque en la misma Carretera Central, a la entrada del barrio de Nicolás de Piérola, el huaico destruyó los desagües y se convirtió en otro huaico, el de las aguas servidas malolientes, que cruzan la carretera y desemboca en el embravecido río. ¿Y el alcalde Luis Bueno?, pregunto. En medio de la transitada avenida 28 de Julio, la zona más comercial del pueblo, se arma una pequeña polémica. ¡Solo aparece cuando vienen las cámaras de televisión! ¡Él es el culpable por entregar títulos en zonas de quebrada para ganar votos! Pero algunas amas de casa lo defienden: ¡Siempre lo están culpando de todo, entonces por qué es reelegido, algo bueno debió hacer! Me quedé corto. Mañana continúo. Apago el televisor.

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