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El ‘Chivo’ Castillo

Esta vez el Búho dedica su columna, en memoria del notable periodista Humberto 'El Chivo' Castillo, el último de los grandes reporteros del Perú.
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Este Búho lamenta profundamente la muerte del legendario periodista Humberto Castillo Anselmi (Huamachuco 1932 - Lima 2019). En el medio era conocido como el ‘Chivo’ Castillo. Desde que este columnista era reportero de calle hace tres décadas, ya lo conocía canoso. Esa nieve de su cabellera cobijaba un cerebro portentoso. Yo, de joven, asistí a varios eventos a su lado. La mayoría andaba a todos lados con grabadora, mientras el ‘Chivo’, con unas carillas dobladitas y su lapicero Lucas Pen.

Una vez me atreví a preguntarle por qué no la usaba. ‘Se pierde mucho tiempo desgrabando. Apunta lo fundamental y el resto lo memorizas. Pero eso sí, memoriza, no inventes’, recomendaba. Al día siguiente me asombraba cómo Castillo escribía crónicas de tres páginas con párrafos textuales.

Este Búho lo admiraba aun antes de cruzarse con él en comisiones. Castillo era, seguramente sin proponérselo, un émulo del extraordinario reportero neoyorquino Gay Talese, uno de los padres del ‘Nuevo periodismo’. Según Talese, el periodismo se ejerce en la calle, y como él, Castillo fue reportero toda su vida.

‘Me ofrecieron muchas veces jefaturas, ser director, pero decliné, lo mío es la calle’, contó y era verdad. Pasaron promociones de reporteros, unos se fueron quedando en el camino, otros recalaron en jefaturas de informaciones, de redacción, editores generales, hasta directores, y el ‘Chivo’ siempre allí, llegando a las ocho a ver la comisión del día. Para él, la mejor hora, la más suculenta y si no era así, la transformaba con ese don innato para olfatear la noticia.

En un medio donde generalmente los ‘pesos pesados’, los ‘tíos’ inmersos en su hoguera de las vanidades, miran por sobre el hombro a los iniciados, Castillo era un tipo sencillo, afable, siempre presto a dar un consejo. Este columnista se arrepintió cuando años después de haber recorrido la calle con él, en innumerables comisiones, leyó el estremecedor libro de Guillermo Thorndike, ‘No, mi general’. Hubiese podido preguntarle tantas cosas de aquellos años. Allí, sin proponérselo, Humberto Castillo es uno de los personajes principales de la obra, se interpreta a sí mismo como el intrépido reportero del diario supuestamente oficialista ‘La Crónica’, que en los convulsionados años setenta tiene la misión, junto con el director, de informar con la verdad sobre, por ejemplo, las impresionantes tomas de tierras en Andahuaylas.

Hasta allí va Castillo, burlando los cordones policiales y a los soplones, para llegar a las alturas a entrevistar al líder de los campesinos, Julio César Mezzich. Luego, en Lima, junto con Thorndike, tiene que luchar para vencer la censura del siniestro general Segura, el jefe del Servicio Militar de Informaciones.

Allí vemos otra faceta poco conocida del reportero, el que presiona por una información crucial, donde había arriesgado su vida. Ese fue tiempo en que recorrió la redacción de La Crónica estatizada, pero que con el talento del gringo Thorndike se convirtió en un periódico de oposición al ala derechista del régimen, junto a editores como Abelardo Oquendo y el ‘Chino’ Domínguez en fotografía.

Fue justamente el ‘Chivo’ y el gran Carlos ‘Chino’ Domínguez quienes acompañaron al notable novelista Manuel Scorza hasta el tétrico penal selvático de El Sepa, en el corazón de la selva, para rescatar de las mazmorras a Héctor Chacón, ‘El Nictálope’, el célebre personaje de su novela ‘Redoble por Rancas’, quien al final de la novela es capturado y condenado por el abusivo juez Montenegro. Pero la realidad superó a la ficción, pues años después ni la comunidad ni Manuel Scorza habían olvidado al ‘Nictálope’.

El general Juan Velasco le dio amnistía y hacia El Sepa fue el ‘Chivo’ Castillo para inmortalizar con una extraordinaria crónica ese acontecimiento. Pero así como su pluma relató sucesos justicieros, también tuvo que teclear llorando en su vieja máquina de escribir Remington de La República noticias traumáticas, como la masacre de Uchuraccay.

Castillo se presentó con un pelotón de reporteros, pero nadie como él para describir el dolor de un padre, el del fotógrafo Oscar Retto, papá de Willy Retto: “Apenas llegué al hostal Santa Rosa, donde se alojaban todos los periodistas, Oscar (Retto) me recibió llorando, terriblemente perturbado. Nos abrazamos y, sin dejar de llorar me preguntó: ‘¿Lo has visto? ¿Cómo está? ¿Está desfigurado?’. Me quedé callado. Le revolví los cabellos, en un gesto no sé si de consuelo. Él volvió a hacerme las mismas preguntas, levantando la voz, casi gritando: ‘¡Dime, no me mientas!’. ‘Tiene una profunda herida en la cabeza’, tuve que aclararle”.

El periodismo está de luto, se fue el último de los grandes reporteros del país. Apago el televisor.

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