Este Búho, como saben mis lectores, tiene como uno de sus ídolos al rockero argentino Charly García. Muchos miembros de distintas generaciones adictos al tecladista cantamos ‘Nos siguen pegando abajo’ cuando llegó la noticia que el mítico músico estaba internado en una clínica y no había noticias oficiales sobre su estado. Era el fin de semana de locura en Argentina, con las elecciones primarias y el sorpresivo triunfo del ‘Libertario’ Javier Milei, que acaparó todos los reflectores y las noticias, sin dejar espacio para saber cómo se encontraba el ídolo.
Algunos fanáticos ochenteros abrieron un whisky y escucharon ‘Canción para mi muerte’, uno de sus emblemáticos temas de la época juvenil de Sui Generis. Pero felizmente pasado el ruido político, publicó una foto suya en su hogar con esta frase: “¡Ya en casa! Gracias a todos por preocuparse. SNM”. Se le ve sonriente, feliz con la resurrección. Ahora comenzará a finiquitar su esperado nuevo disco para la disquera Sony.
Ingreso al túnel del tiempo para recordar algunas anécdotas de esa gran institución llamada Charly García. Este periodista tiene distintas imágenes de los conciertos de Charly en Lima. En diciembre de 1987 en la tribuna norte del Estadio Nacional dio un excelente concierto para presentar ‘Parte de la religión’, donde las nuevas ‘Rezo por voz’, ‘El rap de las hormigas’ y ‘No voy en tren’ encandilaron al público.
Cuando a inicios de los noventa dio un patético concierto en la misma Feria del Hogar, se tocó de nervios, pateó los parlantes y les mentaba la madre a los sonidistas. Pero lo peor de todo es que ya estaba perdiendo su voz, que si bien nunca fue portentosa, sí transparente. Estaba estafando en los conciertos que dio posteriormente, ya la gente solo iba por su estela mítica de uno de los últimos ‘dinosaurios’ que se negaba a desaparecer, como él mismo interpretara en ese entrañable tema de ‘Clics modernos’.
Por esos años andaba peleado hasta con su hijo, el único miembro de su familia que le era fiel y soportaba sus histerias. Él y su guitarrista, la inolvidable María Gabriela Epumer, la joven que suplía con su voz y virtuosismo las maltratadas cuerdas vocales de García.
Pero como en un milagro de resurrección, cuando ya todos anunciaban que Charly terminaría cantando ‘Canción para mi muerte’, el músico fue convocado por MTV para hacer un Unplugged memorable e histórico. Convocó a una banda de lujo con Fabián Von Quintiero, la Epumer, Fernando Samalea, dos chelistas y él en las voces, teclados y guitarra.
Charly revivió con ese concierto con temas memorables. Su única locura fue gritar al terminar una canción: “Señor productor, quiero ir al baño”. Después el productor dijo que se demoró más de una hora en salir. Felizmente salió y siguió tocando porque el show era grabado. Lo demás fue impecable. ‘Rezo por vos’, ‘Los dinosaurios’, ‘Chipi, chipi’, ‘Nos siguen pegando abajo’, sonaron con un sonido renovado y hasta la voz de Charly, apoyado por su guitarrista, salió airosa del difícil trance.
Por ese tiempo vino a Perú con esa banda y dio un memorable concierto en el Círculo Militar que estos ojazos de Búho vieron en momentos de libertad y locura. Pero después Charly se hundió nuevamente en la vorágine de su locura. En 1997 se peleó con su discípulo Andrés Calamaro. Dicen que durante la grabación del disco del bigotón ‘Say No More’, un año antes, donde colaboraron Andrés y su novia Mónica, esta le fue infiel con García.
El enterarse a destiempo hizo sentirse una bestia a ‘El Salmón’, que fue a buscarlo de Madrid a Buenos Aires con un bate de béisbol. El ‘Abuelo de la nada’ negó el berrinche, pero le metió un golpe bajo: “¿Cómo Charly me va a quitar a mi mujer si no tiene dientes?”.
En el verano del 2000 el artista se tiró a una piscina desde la terraza del piso 9 del hotel Aconcagua, en Mendoza. La caída de veinte metros no le ocasionó ni un rasguño en esa carne borracha e intoxicada de genio. Al salir del agua dijo sonriente: “Estaba muy aburrido en mi Mendoza fatal. Dije ¿qué me falta ahora? Solo aprender a volar”.
Pasó ocho años de escándalo en escándalo, conciertos y giras suspendidas, músicos y productores que lo abandonaban, pero cuando todos pensaban que era inmortal y que había hecho un pacto con el diablo, recayó gravemente. A inicios del 2008 fue internado en una clínica neurosiquiátrica y su madre dio órdenes que nadie lo visite. Ya había muerto trágicamente su amiga y ángel de la guarda, la guitarrista María Gabriela Epumer, y el maestro se había quedado indefenso y sin protección, porque su hijo también lo había abandonado harto de sus locuras.
Vivía sin bañarse, en un departamento de paredes delirantemente pintadas con spray, solo acompañado de arañas, hormigas y gusanos en las pizzas podridas que mandaba comprar por delivery y no comía. Cuando su familia pensaba internarlo en un manicomio de lujo le llegó la mano salvadora del cantante Palito Ortega, quien lo sacó del centro y llevó siete meses a su finca La Negrita, en la sierra de Luján, bajo sospechas que en ese centro le hicieron algo al cerebro o le recetaron pastillas que lo alejaron de las drogas y el alcohol, pero lo pusieron en tal estado que muchos de sus fanáticos señalaron que le habían hecho una lobotomía. Con Charly cualquier cosa puede suceder. Apago el televisor.
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