Ante la caja del coffee-shop No limit de La Haya, la fila de compradores impresiona. Algunos quieren calmar su ansiedad, otros paliar el aburrimiento, pero no hay duda de que la pandemia de COVID-19 ha hecho aumentar su consumo de cannabis.
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“El COVID-19 nos ha beneficiado”, sonríe Carmelita, que dirige No Limit. Antes de la pandemia, recibían 300 y 350 clientes al día. Hoy superan los 500, asegura la responsable.
Desde que irrumpió la pandemia a principios de 2020 en Países Bajos los confinamientos parciales se han sucedido y el acceso a bares, restaurantes, salas de espectáculos y discotecas se vio muy limitado.
Evadirse en casa es una de las pocas soluciones. Desde 1976, en este país se permite fumar cannabis. Hachís, marihuana y sus derivados pueden adquirirse en los famosos coffee-shops. La Haya tiene unos 30 cafés de este tipo.
“Antes, la gente iba a la discoteca pero ahora cerraron. Ahora, se quedan en casa y fuman más”, resume Carmelita, en cuya clientela hay por ejemplo “muchas amas de casa que compran hierba para dormir mejor”.
“Como no hay nada que hacer, fumas hierba”, explica Sophia Dokter, de 18 años cuyo consumo pasó de “dos a tres por semana” a “seis o siete”. Pieter, que la acompaña, menciona “el aburrimiento” que solo combate gracias a sus visitas al coffee-shop.
‘Ansiedad’
Un sondeo realizado por Trimbos, un instituto de investigación en salud mental y adicciones, un 90% de los consumidores holandeses afirman recurrir igual o con más frecuencia al cannabis desde la irrupción de la pandemia. Tres cuartas partes de este porcentaje consumen diariamente.
“La gente no quiere pasarse de la raya, sino enfrentar la ansiedad diaria”, dice Stephen Snelders, experto en consumo de drogas. Hechos similares fueron observados con respecto al consumo de tabaco y opio durante las epidemias de peste en Países Bajos, añade.
En tiempo de estrés, “es bueno que el cerebro se tome vacaciones”, confirma Gerard Smit, propietario de Cremers, otro coffee-shop.
Antes, estos lugares servían también para socializar, pero una ley que prohíbe el consumo de tabaco en los lugares cerrados, incluidos los espacios para fumadores, entró en vigor en 2020 en el país y disuadió a muchos clientes. La pandemia hizo el resto.
Hoy la venta para llevar arrasa y la fila de compradores es constante en Waterworld, otro coffee-shop donde los diferentes tipos de marihuana tienen nombres exóticos. “Fruti punch”, “gelato” o “bruma de amnesia”.
Lavado de dinero
“Solo tres personas en el interior”, repite Mesut Erdogan, un vendedor, intentando organizar a los consumidores. “Para evitar la difusión del COVID-19, la sala de fumadores está cerrada hasta nueva orden”, se lee en una puerta del local.
El Waterworld siempre solía estar lleno. “Pero ahora nadie entra”, afirma ahora su responsable, Abdoel Sanhaji, también presidente de la Alianza de los coffee-shops de La Haya, que espera un cambio de ley para su gremio después de la pandemia.
Porque aunque el consumo y la venta no estén penalizados, el resto de la cadena de suministro sí es ilegal. La hierba que venden por kilos los comerciantes cada día, cuyo precio de venta declaran al fisco neerlandés, está prohibida en Países Bajos.
Los coffee-shops proponen, a vista de todos, estupefacientes producidos en Estados Unidos o en Canadá, que entran ilegalmente en Países Bajos gracias a diferentes mafias.
El cultivo de cannabis también está prohibido en el país.
“Hacemos lavado de dinero todo el día”, suspira Carmelita. “Somos ilegales en todo lo que hacemos o casi. Salvo cuando hay que pagar impuestos”, agrega.
Países Bajos va a iniciar una experiencia piloto en diez ciudades donde los coffee-shops venderán cannabis producido legalmente en el país. Los resultados se darán a conocer en cuatro años.
“El COVID-19 no tendrá impacto en nuestra política frente a las drogas”, prevé John-Peter Kools, investigador en Trimbos. “El coronavirus no es nada frente a 30 años de encendidos debates sobre el cannabis”, asegura.
Fuente: AFP