La onicofagia o morderse las uñas es un mal hábito bastante común entre los niños, pero también entre muchos adultos. Aunque podría considerarse simplemente como una conducta desagradable, la realidad es que podría llegar a convertirse en una manía incontrolable de carácter psicológico.
Las consecuencias de la onicofagia pueden ir desde lo estético, por el desagradable aspecto las uñas, hasta problemas en los dientes, deformaciones de la cutícula, infecciones, y en casos extremos, podría incluso suponer la pérdida de la uña.
En una entrevista con ABC, Leticia Doñagueda, psicóloga en El Prados Psicólogos, explicó: “A media que vamos creciendo, el hábito de comerse las uñas puede verse modificado por otro tipo de conductas como morder un bolígrafo, fumar, mover el pelo etc. La mayoría de las personas que realizan esta conducta informan que no lo pueden controlar y que, incluso a veces, no son conscientes de estar realizándolo”.
Por su parte, la supervisora clínica del Programa de Doctorado de Psicología Clínica de la Universidad Carlos Albizu, Tainari Dávila, aseguró a La Opinion que el habito de morderse la uñas comienza en las personas en etapas de la niñez, incluso por aburrimiento, pero la causa más común es el estrés y la ansiedad.
COVID-19
Debido a las lesiones que este habito provoca en las manos y el acto constante de llevarse los dedos a la boca, las personas que se muerden las uñas son más propensas a contraer alguna enfermedad infecciosa, como el COVID-19.
Los coronavirus son virus de transmisión aérea pero también se pueden transmitir por objetos o sustancias recientemente contaminadas, como ocurre con el virus de la gripe, y por contacto humano.
Las formas más eficaces de protegerse a uno mismo y a los demás frente a la COVID-19 son: lavarse las manos con frecuencia, cubrirse la boca con el codo o con un pañuelo de papel al toser y mantener una distancia de al menos 1 metro (3 pies) con las personas que tosen o estornudan.
¿QUÉ HACER PARA YA NO MORDERSE LAS UÑAS?
Si bien existen múltiples estrategias para evitar morderse las uñas como usar esmaltes especiales, masticar chicle, frotar las uñas con ajo y usar pelotas antiestrés, esas acciones no atacan la raíz del problema.
Por eso, Dávila recalcó la importancia de “buscar ayuda e identificar cuál es la fuente para que no le pongamos un parche a ese problema. Si dejas de hacerlo para canalizarlo por otra acción o por otro hábito, puede ser perjudicial”.
A una persona con este tipo de trastorno de ansiedad, en la que muestra una preocupación excesiva, y que puede implicar síntomas físicos, Dávila le recomienda terapia psicológica. El psicólogo evaluará el nivel de la ansiedad y si entiende que hace falta la intervención, hace un referido con un profesional como un psiquiatra. Al recibir terapia psicológica, podrá adquirir herramientas para manejar la ansiedad, las compulsiones, las obsesiones o cualquier situación que esté atravesando.
“Es importante reconocer en qué momentos concretos aparece la conducta. Una vez identificados esos momentos, entender qué emociones aparecen en esas situaciones y aprender en terapia. 'Por qué nos sentimos de ese modo?'. Hay que aprender a gestionar las emociones, trabajar sobre el programa de ansiedad y aprender a afrontar de manera adaptativa las diferentes situaciones que generen la ansiedad o las emociones desagradable”, explicó a ABC Lidia Asensi, experta en psicología.
Además, sugirió:
- Reducir la activación emocional a través de técnicas de relajación.
- Crear hábitos más saludables para la persona.
- Aprender a entender y gestionar las emociones.
Por su parte, Tainari Dávila dijo a La Opinión que lo más recomendable para las personas con este tipo de ansiedad es llevar terapia psicológica. “La ansiedad es como una alarma que se debe encender en momentos en los que hay situaciones de peligro o situaciones que requieren que estemos consciente de que algo está sucediendo. El problema comienza cuando esa alarma se comienza a encender en momentos en los que no está ocurriendo nada. Esto empieza a afectar".