La historia de los apellidos es el lazo que une a los individuos a través del tiempo, y es la propiedad más segura de la familia. Cada apellido en el mundo tiene un significado y una historia.
MIRA: Historia del famoso ¡eureka! de Arquímedes
En tiempos muy pero muy antiguos las personas solo se identificaban por su nombre, todo iba bien hasta que en algunos pueblos había más de una decena de llamados Pedro, Carlos y otros Juan, etc.
Para identificarlos se les ocurrió nombrarlos dependiendo del lugar en donde vivían (apellidos toponímicos). Por ejemplo: Juan Álamo vivía cerca del álamo, Juan del Río vivía cerca del río, Pedro Arroyo y Carlos Ribera.
Ahora bien, si tu apellido es calvo, rojo, rubio o crespo, es que también empezaron a nombrarlos por sus características físicas. Si eres Guerrero, Jurado, Soldado o Zapatero, pues entonces tu antepasado más antiguo tuvo alguna de esas profesiones.
Lo mismo pasa con aquellos que tratan de cualidades personales, es decir, siéntete orgulloso si te apellidas Leal, Bueno, Alegría, Cortez, porque tu antepasado, el que te dio el apellido, era una excelente persona. También existen aquellos que provienen de un título: Duque, Marquez, Caballero.
Son aquellos apellidos que tienen su origen en el nombre de pila del padre de la persona. Si es González, es por ser hijo de Gonzalo; Rodríguez, hijo de Rodrigo; Hernández, hijo de Hernán; y así con la mayoría de apellidos terminados en ‘ez’. Sin embargo, algunos no se transformaron y siguen siendo iguales que el nombre que los originó. Es el caso de Alonso o García.
Antes de llegar los españoles al Perú, los indígenas no tenían apellido, solo un nombre, alusivo a cualidades, o nombres de animales, lugares o fenómenos naturales.
Una vez convertidos al catolicismo, los indígenas recibían un nombre hispano y como apellido una palabra de origen quechua o aimara: Condori (cóndor que camina), Quispe (que sube o progresa), Pinchi (punto luminoso), etc.
Contenido GEC