Francisco Pizarro y Diego de Almagro, junto con Hernando de Luque, formaron una sociedad para apropiarse de las riquezas del Imperio Inca. Cada uno tenía un rol específico. Pizarro lideró las expediciones militares, Almagro se encargó de la logística y Luque financió la empresa. Pero la codicia, el odio y la pugna por el poder los llevó a una guerra a muerte.
La rivalidad entre Pizarro y Almagro se detona con la Capitulación de Toledo en 1529. Este documento favoreció ampliamente a Pizarro, pues le otorgó cargos, el permiso para conquistar y colonizar la región y otros privilegios, mientras que a sus socios se les asignaron roles y beneficios menores.
Eso exacerbó los ánimos en el grupo. Cuando Almagro llegó al Perú en 1533, lo hizo con un título de igual importancia que el de Pizarro, y esto causó más tensiones entre ambos.
Hernando de Luque, clérigo español, falleció en Panamá en 1534, antes de que se completara la conquista, y no disfrutó de los beneficios de la misma. Tras repartirse el tesoro de Atahualpa y ejecutarlo, Pizarro y Almagro tomaron la ciudad del Cusco. Mientras el primero se dirigía a Lima, el otro lideró una expedición hacia el sur, explorando lo que hoy es Chile, en busca de riquezas, pero al no encontrarlas regresó al Perú y ocupó Cusco.
La disputa por la ciudad desencadenó una sangrienta guerra civil entre partidarios de Almagro y Pizarro, en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Hecho prisionero, Diego de Almagro fue ejecutado el 8 de julio de 1538 por orden de Pizarro.
Las guerras civiles continuaron por años, con distintas facciones luchando por el control del territorio y los recursos. En junio de 1541, en represalia por la ejecución de Diego de Almagro, tras la batalla de las Salinas, seguidores almagristas, liderados por Almagro el Mozo, hijo del conquistador, irrumpieron en el Palacio de los Reyes en Lima, donde residía Pizarro, y lo asesinaron. Almagro el Mozo fue nombrado gobernador del Perú por los almagristas, pero un año después fue derrotado y ejecutado.
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