Cuando el territorio egipcio pasó bajo dominio de Roma, Cleopatra -quien había tenido el título de faraona, es decir de reina, de Egipto como Cleopatra VII- murió el 12 de agosto del año 30 a. C., en circunstancias que son materia de discusión.
Ante el suicidio de su esposo, el general romano Marco Antonio, con quien 11 meses atrás había sido derrotada en el Combate de Accio, y sin posibilidad alguna de recuperar su poder, ya que el futuro emperador Octavio lo ejercía y la tenía cautiva, Cleopatra se quitó la vida para evitar ser llevada a Roma y paseada con cadenas, como se hacía entonces con los reyes vencidos.
Según la versión más conocida -reproducida en cuadros y películas- Cleopatra recostada en un sillón se hizo morder por un áspid -cobra egipcia- que con su veneno le provocó una rápida e indolora muerte.
Se dice que ella, quien tenía 39 años, logró que el ofidio sea ingresado en una jarra o una canasta hasta sus aposentos, en el Palacio de Alejandría, donde le provocó la muerte al morderla en su pecho desnudo.
El historiador romano Cassius Dio escribió que el cadáver de la faraona solo presentaba leves pinchazos en un brazo y que no fue visto ningún reptil.
Además, un áspid mide al menos 2 metros, lo que dificulta esconderlo en un jarrón o una cesta.
En su libro ‘La vida de Cleopatra’, Stacy Schiff apunta a un suicidio por envenenamiento con una pócima, que también bebieron dos sirvientas al lado de Cleopatra; mientras Christoph Schaefer, profesor de Historia Antigua en la Universidad de Trier, afirma que la faraona tomó una mezcla de cicuta, acónito y opio para morir.
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