
Tarde o temprano, muchos padres adoptivos (o de familias donde uno de los progenitores no es el biológico) se enfrentan a una pregunta crucial: ¿Debo decirle la verdad a mi hijo? Es natural que surjan temores y dudas, pero es importante recordar que la verdad siempre debe ir por delante. Es mucho mejor que el niño lo sepa por sus propios padres y no por terceros.
El psicólogo Ítalo Arrúe señala que la mejor edad para hablar sobre este tema es antes de los siete años, ya que en esa etapa la mente del niño es flexible y está libre de prejuicios. “Lo incorporará como parte natural de su historia de vida. En cambio, si se entera en la adolescencia o en la adultez, el impacto emocional será mucho mayor, porque puede sentirse traicionado”, explica.
Lo ideal es que esta conversación ocurra en un entorno íntimo y seguro, con palabras claras, adaptadas a su edad, sin dramatismos, y permitiéndole hacer preguntas. Lo más importante es estar abiertos a responder con honestidad y amor.

Arrúe añade que el miedo que sienten muchos padres proviene del temor a causar un trauma en el niño. Sin embargo, lejos de hacerle daño, decirle la verdad fortalece su identidad y refuerza el vínculo afectivo dentro de la familia.










