A inicios de la década de 1970, “Pantaleón y las visitadoras” (1973) se convirtió en un boom que impulsó todavía más la carrera literaria de Mario Vargas Llosa. Escrita en tono de comedia, la novela capturó incluso la atención del mundo del cine y la productora estadounidense Paramount se propuso realizarla y llevarla a la gran pantalla de la mano del propio autor peruano.
Al literato le ofrecieron escribir el guion de la película y dirigirla. Aunque se mostró reacio a grabarla inicialmente finalmente aceptó la oferta de Hollywood con la condición de que un cineasta experto lo secunde. Paramount contrató al español José María Gutiérrez Santos, quien haría las veces de coguionista o codirector del filme, al igual que Vargas Llosa.
La locación elegida para recrear la Amazonía peruana en la que discurrían los relatos sobre el estricto capitán de Ejército Pantaleón Pantoja y su séquito de prostitutas fue la caribeña República Dominicana, específicamente la localidad de La Romana. En esta ciudad se instalaron las locaciones ante la negativa del gobierno militar peruano de que las grabaciones se realicen en territorio nacional. Era 1975.
Vargas Llosa había estado en ese país meses antes para grabar un documental de la Televisión Radio Francesa y quedó maravillado con sus paisajes y la gente. “Apenas llegué fue amor a primera vista. Me sentí en casa, inmediatamente forjé muy buena relación con mucha gente”, confesó muchos años después.
Los papeles principales de la versión cinematográfica de “Pantaleón y las visitadoras” recayeron en el español José Sacristán (‘Pantaleón’) y la mexicana Katy Jurado (la Chuchupe). Para el papel de la Brasileña, por la que ‘Panta’ pierde la cabeza, Mario Vargas Llosa se empecinó en que lo interprete la vedette peruana Camucha Negrete, de 30 años y sex symbol de la época.
En una entrevista del año 2019, Camucha recordó la insistencia del literato para que acepte el papel que le ofreció sin pasar casting. La artista cuenta que sus dudas se fundamentaban en que tenía que hacer un semidesnudo y que ese titubeo incluso lo llevó a la filmación.
“Al momento de grabar me puse tiesa, no sabía cómo actuar hasta que cogí confianza y la grabación salió muy bien cuidada. No se notó casi nada gracias al ‘masking tape’ (risas)”, detalló a la revista Somos de El Comercio.
La experiencia, que el escritor describió como “instructiva” -ya que fue la primera vez que dirigía una película-, afirmó el vínculo de Vargas Llosa con República Dominicana, un país que conocía ya por el documental que hizo para una productora francesa.
“Desde sus primeros viajes a República Dominicana, el destacado escritor peruano-español cimentó relaciones con destacados artistas, escritores y profesionales, además de la socialité dominicana”, reseñó este jueves el dominicano “Diario Libre”
“En esos encuentros nació su interés por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina, un interés que lo llevó a investigar a profundidad las raíces históricas, sociales y culturales del régimen trujillista”, añade. La investigación lo llevó a escribir otra de sus magistrales obras, “La fiesta de Chivo” (2000), una novela de ficción histórico.
Dieciséis años después, Mario Vargas Llosa recibió el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña durante la Feria Internacional del Libro Santo Domingo del 2016 en reconocimiento a su prolífica producción literaria.
El pasado 31 de mayo, el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, informó que le pidió al laureado escritor que acepte la ciudadanía dominicana y que este la ha aceptado. Vargas Llosa expresó su deseo de “pasar largas temporadas” en el país del que se enamoró desde la década de 1970.
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