El argentino Gustavo Grondona abrió las puertas de su casa en Argentina para recibir a La fe de Cuto y, fiel a su estilo pausado pero cargado de memoria, soltó una de las historias más emotivas que dejó su paso por Universitario: la increíble travesía de sus chimpunes del tricampeonato. Un par de botines que no solo marcaron una época crema, sino que terminaron empujándolo a cumplir un sueño familiar.
Grondona, pieza clave del tricampeonato de 1998, 1999 y 2000, habló de su pasado, de su carrera y de la ‘U’, pero también de ese vínculo imposible de romper con Arsenal de Sarandí, el club de su familia. El equipo donde su padre, Héctor Grondona, fue goleador y directivo, y al que él siempre quiso volver para buscar algo que en ese entonces parecía inalcanzable: el ascenso a Primera.
Cuto le preguntó si volvió a Arsenal. Y ahí, el ‘Pelado’, sin rodeos, confesó que siempre creyó que ese regreso era su destino, aunque ni siquiera hubiera debutado en Primera con ellos. Quería volver para ascender. Era un sueño. “Una utopía”, dijo. Pero ese sueño empezó a tomar forma cuando cerró su ciclo con Universitario.
“Cuando tricampeoné, agarré mis botines y se los di a mi hijo. Le dije: ‘Estos se quedan en la vitrina, no se usan más’”, contó Grondona. No eran unos botines cualquiera: eran los chimpunes con los que levantó tres títulos consecutivos y quedó grabado para siempre en la memoria crema.
Ahí estaban, como reliquia familiar, intocables, guardados como un tesoro. Pero el destino tenía preparado otro capítulo para ellos.
Con Arsenal peleando el ascenso, llegó la final soñada. Y entonces Grondona tomó una decisión que jamás imaginó. Se acercó a su hijo, miró la vitrina y pidió aquello que él mismo había prohibido tocar. Los botines.
“Cogí los chimpunes con los que conseguimos el tricampeonato. Estaban hechos mier..., y le dije a mi hijo: ‘Los necesito, los voy a usar’”, relató entre risas. Así, aquellos botines cargados de historia crema volvieron al campo, esta vez para empujar el sueño de otra camiseta.
Y lo lograron.
Con esos mismos chimpunes, los gastados, los sagrados, los que debían quedar para el recuerdo, Grondona ascendió a Primera con Arsenal de Sarandí. Un círculo perfecto para su carrera y un capítulo inesperado en la vida de los botines más famosos que tuvo la ‘U’ en esos años gloriosos.
“Me di el gusto de jugar un año en Primera y me retiré. Ya estaba grande; Dios fue generoso conmigo”, cerró el ‘Pelado’, dejando la sensación de que, a veces, los objetos del fútbol —como los recuerdos— tienen vida propia.
Una historia simple, pero cargada de amor al fútbol y gratitud, de esas que solo brotan cuando Cuto logra que sus invitados bajen la guardia y abran el corazón.
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