“El gobierno de Venezuela sabe que los resultados reales demuestran que Edmundo González Urrutia ganó claramente las elecciones (a Nicolás Maduro) y no quiere compartir los resultados o necesita tiempo para preparar resultados falsificados para respaldar su falsa afirmación”.
Así se pronunció, acertadamente, el miércoles el jefe de la diplomacia estadounidense para el hemisferio internacional, Brian Nichols, durante su intervención en el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Como se sabe, ese día se reunieron de emergencia todos los miembros de esa entidad para debatir el escandaloso fraude electoral cometido el domingo 28 de julio por el dictador venezolano Nicolás Maduro.
En esa misma sesión, el canciller Javier González Olaechea, en una presentación brillante y solvente, también denunció el fraude y, en representación del Gobierno peruano, reconoció a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. El Perú fue el primer país en hacer tal reconocimiento. Luego se sumaron Estados Unidos y treinta naciones más.
No faltaron quienes criticaron la decisión adoptada por el Gobierno, puesto que, según argumentaron, se deben guardar las formas para poder dialogar y encontrar una solución. Uno de ellos fue el excanciller Manuel Rodríguez Cuadros, quien consideró ese reconocimiento como “un error jurídico, diplomático y político”. Cuadros, por si no lo recuerdan, fue el diplomático que apadrinó al presidente golpista Pedro Castillo, cuando lo nombró representante del Perú ante la ONU.
¿Se pueden guardar las formas frente a un dictador como Maduro que no reconoce su derrota y está reprimiendo a todo un país que adolece de libertad desde hace 25 años?
Maduro es un farsante profesional. En el año 2019 hizo lo mismo con Juan Guaidó. En aquel entonces también hubo protestas y el apoyo internacional fue masivo, pero él siguió gobernando.
También se ha burlado de un pacto en el que participó ¡Estados Unidos!, suscrito en Bridgentown en octubre del 2023. Allí se comprometió a realizar elecciones limpias y no fraudulentas, a cambio de la liberación del colombiano Álex Saab, el socio de las corruptelas de él y su mentor Hugo Chávez. (Historias nunca contadas: “Un traidor como los nuestros” del 22/2/2022).
Maduro se siente poderoso. Tiene de su lado a las Fuerzas Armadas y al Cártel de los Soles, una gigantesca organización de narcotráfico liderada por él mismo, el presidente del Congreso, Diosdado Cabello, y el jefe del Ejército, el implacable general Vladimir Padrino López. Toda la cúpula militar goza de jugosos sueldos y gollerías.
Cuenta con el apoyo de Rusia, China e Irán. Y en la OEA, de Brasil, Colombia y México, quienes se opusieron a que se publicaran las actas con los resultados de las elecciones.
Lo que es peor, en manos de esos países estará la solución del conflicto electoral. ¿Qué garantía pueden dar los presidentes Lula, Petro y López Obrador, quienes profesan la misma ideología de izquierda y son tan corruptos como Maduro? La situación de Venezuela es más incierta que ayer. Nos vemos el otro martes.
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