¿En qué se parecen la presidenta Dina Boluarte y el siniestro asesor Vladimiro Montesinos? La debilidad de ambos son los costosos y sofisticados relojes y joyas de alta gama.
Como se sabe, un destape periodístico del portal La Encerrona ha puesto en aprietos legales a Boluarte por la tenencia de catorce lujosos relojes, entre ellos uno de la marca Rolex. Esta prenda, cuyo precio no baja de los catorce mil dólares, fue usada por la mandataria, sin ningún rubor y con total falta de criterio, en una ceremonia que tenía que ver con el combate a la pobreza.
Todos creían que el viernes, cuando dio un mensaje desde Palacio de Gobierno, aclararía lo referido a las prendas y terminaría con esta telenovela que ocupa las portadas de los diarios, la atención ciudadana, y pone en duda su misma probidad, que tanto declama.
Pero no, al contrario, atizó más el escándalo. “Estaré como siempre diciéndole la verdad no solo al Ministerio Público, sino al Perú en general”, afirmó, pero no dijo cuándo lo hará.
Lo cierto es que, según versiones recogidas para esta columna, la presidenta no tiene cómo sustentar el origen del Rolex. De allí su obstinado silencio. No se trata de un tema frívolo, como quieren aparentar sus ministros que la defienden, empezando por el decepcionante premier Gustavo Adrianzén. La más patética ha sido la ministra Hania Pérez de Cuéllar, quien, con todo desparpajo, declaró que una vez compró un ‘Rolex bamba’.
Una primera línea ya establecida por la Fiscalía es que la prenda es del año 2023 y no está en la declaración jurada de la mandataria. Se trataría de un regalo que recibió de un importante funcionario público, quien también terminaría en problemas legales si se comprueba que fue beneficiado con favores del Estado.
El escándalo de la hija predilecta de Chalhuanca, un humilde y pequeño pueblito de Apurímac en donde nació doña Dina Ercilia, me ha hecho recordar al siniestro y vanidoso Vladimiro Montesinos. Él también tenía un enfermizo fanatismo por los relojes de alta gama.
Cuando cayó en desgracia, le encontraron una colección de setenta joyas que superaban el millón y medio de soles. Lo más suntuoso era un reloj de la marca Piaget, de oro blanco de 18 kilates y con incrustaciones de 625 diamantes.
Sin embargo, el más caro, la reina de la corona, era un ejemplar de la marca Corum, de oro de 18 kilates, con 372 diamantes, pero de mayor volumen que el anterior, cuyo precio alcanzaba los ochenta mil dólares.
El más misio se trataba de un reloj de la misma marca, de oro de 18 kilates, con 426 diamantes y 118 zafiros, valorizado en treinta mil dólares.
De hecho, Boluarte y Montesinos son proclives a la vanidad. Parecen no saber que la vanidad —como bien dice un conocido refrán— es la hermana de la arrogancia. Hija del ego y madre de las apariencias. Nos vemos el otro martes.
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