El dueño de Perú Libre, Vladimir Cerrón, huyó el 6 de octubre pasado en las narices de las autoridades. Pero en este Gobierno, del cual es socio, todo sigue igual, como si nada hubiera pasado.
El fiscal superior de Junín, Ramón Vallejo, el ministro del Interior, Vicente Romero, y el jefe de la Policía, Jorge Angulo, –los principales responsables de esa fuga, según los indicios que se leerán aquí- continúan orondos en sus cargos y dan respuestas disparatadas.
El fiscal Vallejo fue notificado el 22 de setiembre por la Sala Penal de Apelaciones de esa ciudad. Le dijo que, ese 6 de octubre, se iba a pronunciar sobre la apelación que había presentado Cerrón contra una sentencia por corrupción, con prisión efectiva de cuatro años, que había dictado un juzgado en febrero, pero que no se hizo efectiva porque él apeló.
Es decir, Vallejo fue avisado por la propia instancia superior que en quince días resolvería si confirmaba la prisión de Cerrón o aceptaba su reclamo de seguir en libertad. ¿Qué hizo el fiscal ante esa trascendental decisión que los propios magistrados le estaban comunicando? Nada, según sus propias palabras.
“(Cerrón) no ha dado una muestra de que quiere evadir la acción de la justicia, y no había un fundamento jurídico y fáctico de que está tratando de rehuir al juzgamiento”, le dijo al periodista Alexander Villarroel, de El Comercio. Eso no es cierto. Legalmente, Vallejo pudo solicitar su ubicación y vigilancia ante una condena inminente, como ha ocurrido en muchos casos.
Más clamoroso es lo que ha dicho el ministro Vicente Romero. “(A Cerrón) Lo vamos a capturar en algún momento”, dijo con todo desparpajo. Y el jefe de la Policía, Jorge Angulo, atribuyó la demora en capturarlo al alto número de pedidos de detención que existen. Para él todas las detenciones “revisten la misma importancia”. Entonces, según su razonamiento, un ladrón de celulares es igual al jefe de una banda criminal.
Una fuente de inteligencia en actividad me dice que, sin necesidad de una orden fiscal, se le pudo hacer un seguimiento a Cerrón por las influencias y conexiones que tiene en Junín, en donde fue gobernador, y en el propio Gobierno, “pero para eso se necesitaba el requerimiento o la aprobación de las más altas esferas del poder”.
El prófugo se burla de la Policía desde su cuenta X, antes llamada Twitter. Se alucina poderoso. Su hermano es segundo vicepresidente del Congreso, una encuesta de Semana Económica lo ubica en el puesto 28 del poder y lo señala como el probable desestabilizador top del sistema peruano.
Cerrón denuncia que la sentencia pretende detener su postulación a la presidencia. Solo su mente afiebrada, carcomida por el leninismo, lo puede hacer creer que algún día será mandatario. Ni siquiera llegaría a ser portero de un organismo público, como le auguró su amanuense, el golpista Pedro Castillo. Nos vemos el otro martes.
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