¡DOS MUERTES SOSPECHOSAS! La mañana del domingo, cuando Lima parecía despertar tranquila, el cuerpo de José Miguel Castro Gutiérrez, exgerente de la Municipalidad de Lima y colaborador eficaz en el caso Odebrecht – Villarán, fue hallado sin vida en su departamento de Miraflores. El hallazgo fue hecho por su padre, quien lo encontró en el baño, boca arriba, con un corte de 14 centímetros en el cuello, dos cuchillos a su costado y una toalla verde empapada en sangre.
¿Suicidio? ¿Homicidio? ¿Silenciamiento? Las autoridades aún no lo confirman. Pero lo que ha encendido las alarmas es que su muerte guarda inquietantes coincidencias con la de Nilo Burga Malca, empresario involucrado en un escándalo de sobornos dentro del programa Qali Warma, quien también falleció cuando se aproximaba su testimonio clave en la investigación que lo vinculaba con contrataciones ilícitas.
En ambos casos, los cuerpos fueron encontrados con cuchillos al costado, toallas verdes ensangrentadas, y en posiciones inusuales: Castro, boca arriba en su baño; Burga, boca abajo en una habitación de hotel. A ambos se les atribuyeron en un primer momento “actos contra su vida”, aunque los detalles hacen dudar a más de uno.
En el caso de Nilo Burga, fallecido el 25 de diciembre de 2024, su abogado —el exministro de Justicia Félix Chero— cambió su versión inicial de suicidio a posible homicidio, revelando que su defendido no llevaba su celular ese día, algo que “jamás hacía”, y que tenía planes empresariales para enero. Además, una investigación posterior reveló que el charco de sangre no coincidía con la ubicación de la herida, y que el cuerpo habría sido movido de lugar.
En el caso de José Miguel Castro, pieza central en el juicio contra Susana Villarán, el baño donde fue hallado presentaba una chapa manipulada, y, para sorpresa de los investigadores, las cámaras de seguridad en la zona estaban inoperativas. Nada grabó quién entró o salió del departamento esa noche.
Tanto Burga como Castro eran figuras centrales en procesos judiciales que implicaban a altos funcionarios y millones en presuntos sobornos. La muerte de Castro, conocido por el alias de ‘Budián’ en los registros secretos de Odebrecht, ocurre a pocos meses del juicio oral contra Susana Villarán. Como colaborador eficaz, había aportado datos esenciales sobre el financiamiento ilícito de las campañas del No a la Revocatoria y la reelección.
Su testimonio era considerado vital por el equipo especial Lava Jato. Ahora, esa voz ha sido silenciada.
“La Fiscalía no descarta ninguna hipótesis”, señaló el fiscal José Domingo Pérez, quien advirtió que esta muerte podría afectar gravemente el proceso judicial. Desde el Congreso, algunas voces piden adelantar el juicio, mientras otras cuestionan si ya todo lo importante fue dicho por Castro.
Las similitudes entre ambos casos, la condición de colaboradores o testigos claves, y el momento exacto en que mueren —cuando estaban por declarar o continuar con sus testimonios—, despiertan la sospecha de que no se trataría de coincidencias.
A esto se suma también el caso de Andrea Vidal, otra figura clave vinculada a una presunta red de prostitución en el Congreso, también fallecida de manera violenta.
¿Estamos ante un patrón de muertes que buscan frenar procesos judiciales? ¿Se están silenciando a los testigos antes del juicio?
Por ahora, lo único seguro es que la justicia tiene menos voces y más misterio. El Ministerio Público deberá esclarecer pronto lo ocurrido. La ciudadanía exige respuestas. Y la pregunta que queda flotando en el aire es la más inquietante de todas: ¿Quién será el próximo en callar para siempre?
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