Faltaban cinco minutos para la medianoche y el vigilante Hernán Vivar hacía su ronda rutinaria alrededor de la empresa eléctrica Edegel, en Barrios Altos, cuando vio a un hombre bajarse de un automóvil y arrojar una bolsa grande de basura al lado de la pista. Grande fue su sorpresa al hallar en su interior a un jovencito con las manos atadas a la espalda. Estaba demacrado, pero lo reconoció enseguida. Después de todo, había visto su rostro casi a diario en las últimas semanas. El nombre del muchacho era Luis Guillermo Ausejo Torres. Así se acababa la historia del secuestro de un adolescente de 15 años que mantuvo en vilo a todo Lima durante 39 días.
Luis Guillermo fue liberado en los últimos minutos del 9 de octubre de 2003, pero su traumática experiencia había empezado poco más de un mes atrás, en Surco, donde residía con su familia. El 1 de setiembre, a las 7:30 de la mañana, cuando se dirigía al colegio en una movilidad escolar, fue interceptado y secuestrado por seis sujetos, a bordo de tres vehículos, en la calle Amapola de dicho distrito.
Sus padres eran comerciantes y gozaban de buena solvencia económica, aunque no eran millonarios. Sin embargo, al día siguiente los delincuentes se comunican con los progenitores y les exigen un millón de dólares para liberar a su hijo. Tras varios días de intensas negociaciones, los secuestradores redujeron a 200 mil dólares la cifra del rescate. Mientras tanto, la Policía empezaba a sospechar que el plagio de Luis Guillermo era un error y que los hampones tenían a otro escolar como objetivo.
Como prueba de vida, el 22 de setiembre, los criminales lanzaron a la azotea de la casa del adolescente un videocasete en el que aparecía el joven en cautiverio.
Dos días después de la entrega del video, agentes de la Dirección de Investigación Criminal capturaron a Hugo Daniel Alcázar Mostacero (43), un empresario caído en desgracia, y a Gustavo Pino Brisuela (34). En la casa del primero, ubicada en Chacarilla, se encontró el auto guinda en el que había sido introducido el colegial el día del secuestro. En la vivienda del segundo, en Villa María del Triunfo, habían tenido cautivo a Luis Guillermo durante los primeros días.
Tras interrogar a los dos delincuentes capturados, ambos sindicaron a Jorge Manuel Saravia Prado, alias ‘Gringo’ o ‘Cholo Miguel’, como el cabecilla de la banda y su fotografía se publicó en todos los medios de comunicación.
Sin embargo, después de varios días sin recibir noticias, y ante la dificultad de juntar la suma de dinero exigida, los padres de Luis Guillermo decidieron aparecer ante las cámaras de televisión para realizar un dramático pedido a los secuestradores. “Devuélvanme a mi hijo. No le hagan daño, por favor. Sé que se han equivocado. No tenemos dinero. Estoy enferma...”, imploraba la madre, Patricia Torres a nivel nacional.
”Siempre pienso en ti, ‘Gordito’. Te quiero mucho, te estamos esperando...”, finalizaba afligida con una fotografía de su hijo en la que aparecía con una tierna sonrisa que conmovió a todos los peruanos.
El pedido de la madre de Luis Guillermo apareció en las portadas de todos los diarios al día siguiente y la Asociación Pro Seguridad Ciudadana del Perú (Aprosec) lazó la campaña: !Esto se acabó…con nuestros hijos no se metan!, a la que se sumaron todos los medios de comunicación, autoridades y la ciudadanía en general para exigir la liberación del escolar. Comenzaron a popularizarse los listones amarillos como distintivo de la cruzada y se hacían vigilias y misas por todas partes. Unas 200 personas se reunieron el 1 de octubre en el Parque de la Amistad en Surco para rezar por la liberación de Luis Guillermo.
En tanto, la Policía revela que el rapto habría sido planeado y dirigido desde el penal Miguel Castro Castro por los hermanos Jacinto Aucayari Bellido, alias ‘Cholo Jacinto’, y por Enrique Ramos Bellido, alias ‘Kike’. A modo de presión, las autoridades trasladan al avezado ‘Cholo Jacinto’ al penal de Challapalca en la puna de Tacna, y a ‘Kike’ a una cárcel de Cajamarca.
Además, el 30 de setiembre es detenido en Ventanilla un tercer secuestrador, Eduardo Collahuazo Contreras, y el expolicía Luis Alberto Villena Ramírez, apodado ‘Viejo Lucho’, quien también participó en el secuestro. El ministro del Interior de la época, Fernando Rospigliosi, afirmaba que no se descartaba la participación de malos policías en el plagio de Ausejo Torres.
Finalmente, el 3 de octubre cae en Villa María del Triunfo el cabecilla de la banda de secuestradores: Jorge Manuel Saravia Prado, ‘Gringo’. Dos días después detienen también a dos policías sospechosos de haber participado en el secuestro y que fueron identificados tras una llamada anónima a un diario, en la que un supuesto secuestrado exigía la liberación del ‘Cholo Jacinto’ a cambio de liberar a Luis Guillermo.
El ministro Rospigliosi hace un llamado a los medios de comunicación para tratar el caso con ponderación y afirma que no toda información puede darse por cierta. La madre del adolescente vuelve a aparecer en televisión suplicando por la vida de su hijo. Ya han pasado más de 30 días y los secuestradores han empezado a caer, pero el muchacho no aparece.
La Policía descubre que los delincuentes actúan en tres células. Una de ellas cumplió con la toma del rehén. Otro grupo realiza la función de negociar el rescate y un tercer bando lo mantiene cautivo. Un detalle que sorprendió a los investigadores es que algunas de las llamadas que fueron rastreadas provenían desde diversos inmuebles de Surco y Villa María del Triunfo.
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Finalmente, a las 11:15 de la noche del 9 de octubre, unos desconocidos abandonan a Luis Guillermo cerca al puente Huáscar, en Barrios Altos, a unos metros de la Vía de Evitamiento y cerca de la empresa eléctrica Edegel, donde el vigilante Hernán Vivar está haciendo su ronda. “Me acerqué y le dije que este no es sitio para botar basura”, contó después el guardia. El maleante no le hizo caso y subió rápidamente al vehículo, que desapareció entre la noche. A Vivar le pareció sospechoso y fue a llamar a su supervisor, Walyer Luey. Con él abrieron la bolsa y encontraron al joven secuestrado. Lo llevaron a su empresa, desde donde avisaron a la Policía que el estudiante había sido encontrado.
Estaba demacrado y descalzo, pero ileso. Un médico que examinó a Luis Guillermo dijo que ha perdido peso pero su salud era buena. En la madrugada del viernes 10 de octubre, por fin pudo volver a casa y ofreció ante las cámaras la misma sonrisa de la fotografía con la que los peruanos lo habíamos conocido. “Estuve nervioso … tengo que agradecerle a Dios … ya por fin he pasado todo lo malo”, dijo a los reporteros que se amontonaban en la puerta de su domicilio en Chacarilla del Estanque, antes de finalmente ingresar, cerrar la puerta y volver a su vida normal.
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