Callao no olvida. Mucho antes de convertirse en el papa León XIV, Robert Prevost, dejó una marca imborrable en el primer puerto, donde estuvo al frente de la diócesis entre abril de 2020 y mayo de 2021, justo cuando el país enfrentaba lo peor de la pandemia. En medio del dolor y la incertidumbre, el hoy sumo pontífice se convirtió en un apoyo espiritual clave para los sacerdotes y fieles chalacos.
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Designado como administrador apostólico del Callao durante una etapa de transición, Prevost asumió la tarea con humildad y compromiso. “Atendía con cariño a los pobres, a los que sufrían… tenía un espíritu paternal”, recordó monseñor Juan de Dios Rojas Pajuelo, actual vicario general del Callao.
Desde Chiclayo, donde también era obispo, viajaba cada quince días manejando de noche para estar con su gente en el puerto. Su oficina estaba en la cuadra 2 del jirón Francisco Bolognesi, en Bellavista. Ahí realizaba reuniones constantes con miembros del clero, buscando respuestas a los desafíos que enfrentaba la comunidad.
Confirmación de Andrea en la Parroquia San Francisco Javier del Callao, 2020.
Foto: Cortesía
UN AÑO BREVE, PERO INOLVIDABLE
A pesar de su corto tiempo en el Callao, León XIV dejó una profunda impresión. Su estilo sencillo, su capacidad de escuchar y su espíritu misionero hicieron que el clero local lo recuerde con afecto. “Era una persona muy cercana; conversaba con todos, conocía sus sentimientos”, señaló Rojas.
Uno de los momentos más emotivos fue su despedida a monseñor Luis Alberto Parra, a quien entregó la diócesis con una frase que todavía resuena entre los que lo conocieron: “Lo único que te prometo es rezar por ti”.
El recién elegido papa Robert Prevost, León XIV, que pasó años como misionero en el Perú, se convirtió en el 267º pontífice de la Iglesia Católica. (Foto de Alberto PIZZOLI / AFP).
Hoy, que Robert Prevost ha sido elegido papa y adoptó el nombre de León XIV, los chalacos celebran con orgullo. Para ellos, no solo se trata del primer papa con raíces en el Perú, sino de alguien que estuvo presente cuando más lo necesitaban.
“Su entrega fue silenciosa, pero real. En la pandemia, nos dio fe y consuelo”, cuentan quienes compartieron trabajo pastoral con él.
Su paso por el Callao, aunque breve, quedó grabado en la memoria del puerto más bravo del Perú.
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