Hoy, que celebramos el Día de la Canción Criolla, debemos recordar que hubo un tiempo en que temas de ese género musical fueron prohibidos por considerarse que sus letras cuestionaban el orden social.
En un artículo periodístico y en su libro ‘Agravio no reparado a la memoria del inmortal ¡Bardo!’, el músico Enrique Pozo Zegarra relató cómo en 1939, cuando trabajaba en la radio Goicochea, la más escuchada de entonces, llegó una circular en que se comunicaba a todas las emisoras de Lima que diez canciones criollas estaban prohibidas de ser transmitidas bajo amenaza de multa y suspensión de los cantantes.
Los compositores a quienes la dictadura del presidente Óscar R. Benavides vetó sus canciones fueron tres: Luis Molina (‘El tísico’), Pedro Espinel (‘El expósito’ y ‘Fin de bohemio’) y Felipe Pinglo Alva (‘El plebeyo’, ‘La oración del labriego’, ‘Mendicidad’, ‘El canillita’, ‘El huerto de mi amada’, ‘Sueños de opio’ y ‘Pobre obrerita’).
Los populares temas de Pinglo —el máximo exponente de nuestra canción criolla, muerto a los 36 años— eran mal vistos por la dictadura debido a las letras de sus temas, sobre todo ‘El plebeyo’, del que se dice Benavides creía que el verdadero autor era el líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre, perseguido por el gobierno.
La yapa
Algunos de los versos prohibidos de las canciones de Felipe Pinglo (1899-1936) hablaban de las duras faenas del agricultor (‘La oración del labriego’), de quienes piden limosna ‘prueba viviente de tanta crueldad’ social (‘Mendicidad’), de la mujer pobre que ‘trabaja día y noche’ en una máquina de coser Singer (‘Pobre obrerita’) y de su queja de que en nuestra sociedad ‘los seres no son de igual valor’ (‘El plebeyo’).
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