Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudado de mero con su limoncito, rocoto molido y arrocito blanco. Para tomar pidió una jarra de naranjada heladita. “María, la delincuencia está cada día más avezada y ahora ya no se puede ni comer tranquilo en un restaurante, pues puedes ser víctima de un asalto o caer asesinado. El otro día, en el local El Tronco de San Miguel, un sicario entró y asesinó a sangre fría a un policía retirado e hirió a otro comensal, funcionario de la Municipalidad del Callao. Los demás clientes tuvieron que tirarse al piso para no ser alcanzados por las balas. Felizmente uno de los pistoleros, identificado como Anderson Burga (20), fue capturado gracias a las cámaras de seguridad del distrito. Por desgracia, el agente retirado, César Quewa Herrera, falleció en el lugar. Esperemos nomás que el gatillero no sea liberado por algún mal juez o fiscal y vuelva a delinquir como ha pasado otras veces.
La sociedad exige que este tipo de lacras sean recluidas de por vida en una prisión de alta seguridad. Son irrecuperables y muy peligrosos para todos. Esta vez las cámaras de seguridad sí sirvieron para atrapar a un criminal. Así debiera ser en toda la ciudad. Ante un acto delictivo se tiene que comunicar a las unidades móviles y perseguir a los hampones por todos los rincones. Que no haya impunidad. Esa es tarea de la Policía y el Poder Judicial. Cuando el hampón siente que puede burlar a las autoridades se vuelve más avezado y arremete con todo. Por favor, no les hagan caso a los defensores de los derechos humanos de los delincuentes y construyan cárceles en la puna para que se congelen y no hagan llamadas extorsivas. Basta de prisiones doradas, desde donde siguen amenazando y ordenando la muerte de gente inocente en las calles. Las autoridades deben ponerse a trabajar ya. Mientras, algunos consejos de los expertos:
San Miguel: El preciso momento en el que sicario desató balacera en restaurante
Contenido GEC