Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un chicharrón de pescado con yuquita frita, sarsa criolla, ajicito molido y, para tomar, una jarra de chicha morada heladita. “María, qué pena y miedo da el caso de la mexicana Blanca Arellano, asesinada de la manera más atroz y luego descuartizada como si fuera cualquier cosa.
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Luego de varios días, ayer la Policía recién determinó que los restos hallados en Huacho le pertenecen. Falta hallar otras partes de su cuerpo, pero en especial al asesino. Por lo pronto, el principal sospechoso sigue siendo el estudiante de Medicina Juan Pablo Jesús Villafuerte. La familia de ella afirma que eran pareja, pero él lo niega y asegura que solo fueron amigos y que le dio posada en su habitación porque no tenía dónde vivir.
Hay muchas contradicciones en este caso. Villafuerte sigue detenido y el juez evalúa enviarlo a nueve meses de prisión preventiva. Hay una pregunta que pocos se hacen. ¿Cuál el móvil del homicidio? ¿Fue un crimen pasional? ¿Lo hicieron por dinero, para robarle su dinero? ¿Fue para quitarle sus órganos y venderlos? Esa es la labor de la Policía y Fiscalía.
Inicialmente Juan Pablo no quiso declarar, acogiéndose a su derecho a guardar silencio. Pero poco a poco ha dado algunas versiones de lo sucedido. Lo que sí niega es que le haya hecho daño. Los peritos de Criminalística hallaron abundante sangre en el colchón, baño y piso de la habitación que alquilaba el hombre de 37 años en Huacho. En ese mismo lugar se hallaron las maletas y prendas de la fallecida.
Las cámaras de videovigilancia y las comunicaciones de su teléfono y el de ella serán claves para dilucidar el misterio. Ante tanta presión, el otro día el sospechoso se descompensó. La familia de Blanca no se explica por qué ella dejó todo en México y se vino a la aventura en el Perú. Cómo confió tanto en un hombre que solo conocía por redes sociales. Que esto sirva de lección, en especial a las chicas, de los peligros que hay en el mundo:
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