Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tacu tacu de pallares con un pescadito frito encima, ensalada y, para tomar, una chicha morada fresquecita. “María, Perú debe ser tal vez el único país en el mundo donde a policías y militares se les falta el respeto con una facilidad asombrosa.
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En las calles desde hace tiempo se les grita ‘asesinos’ de manera injusta, lo que es paradójico, pues fueron ellos quienes pusieron el pecho y ofrecieron su vida en los años sangrientos del terror de Sendero Luminoso y el MRTA.
Gran número de policías y soldados murieron para devolvernos la paz, para impedir que el genocida Abimael Guzmán y sus huestes fanáticas se hagan del poder. El bienestar del que gozan hoy gran número de peruanos se debe en gran medida a los uniformados. Que entre ellos haya gente mala no se discute.
Como también los hay entre abogados, médicos, periodistas, profesores, taxistas y otros. Pero no por esos pocos vamos a decir que todos son iguales. Los policías que cometen delitos deben ser juzgados y castigados.
Pero no podemos ser mezquinos con nuestras fuerzas del orden. Pusieron la cara antes y lo están haciendo ahora. En estos momentos se les acusa de las decenas de muertes ocurridas en las protestas, pero como ya dije, cada caso debe ser investigado y si hay culpables que sean condenados.
Sí me parece injusto que si son atacados de forma salvaje, como se ha visto en regiones donde les lanzan piedras con huaracas que matan, avellanas con explosivos y hasta son quemados vivos, se les impida protegerse como las leyes los facultan. Injusto, abusivo e inhumano.
Imaginemos que nuestro padre sea uno de esos policías, ¿qué sentiríamos? Escuché al presidente chileno izquierdista Gabriel Boric decir en la cumbre de la Celac que ‘personas que salen a marchar, a reclamar lo que consideran justo, terminan baleadas por quienes deberían defenderlas’.
Es una inmensa mentira que describe su calidad moral. Quiere hacer creer al mundo que personas que caminan pacíficamente por las calles son acribilladas por policías genocidas.
Mañosamente evita decir que por lo menos gran parte de esas lamentables muertes ocurrieron cuando grupos violentistas quemaban comisarías con policías en su interior, locales del Poder Judicial y del Ministerio Público e intentaban tomar aeropuertos a sangre y fuego, dejando gravemente heridos a cientos de efectivos, incluso con explosivos.
Cada una de las muertes, incluida la del héroe policial José Luis Soncco Quispe, quemado vivo por cientos de radicales en Juliaca, debe ser investigada. Seamos justos y agradecidos con nuestros policías y soldados, pues siguen arriesgando sus vidas para devolverle la paz al país. Muchas veces duermen en la intemperie y ni pueden comer por cumplir su misión”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.