El Chato Matta llegó al restaurante por un cebichito de camotito y bastante rocoto molido y, de segundo, pidió un seco de res con arrocito blanco bien graneadito. Para tomar una agüita de cebada. “María, el viernes me timbró el gran Pancholón, el abogado más mujeriego que han visto mis ojos. Apenas ve una chica que le gusta, se imagina con ella en La Posada.
Es adicto al sexo, peor que esos ludópatas que se amanecen en los casinos. Pero esta vez lo noté melancólico. Me invitó un roncito Cartavio XO en las rocas. ‘Chatito, me dijo, tú eres mi hermano, tienes calle, no eres largador y contigo me sincero. Tuve miles de aventuras en interminables noches y amanecidas en más de 30 años. La semana pasada me reencontré con un viejo amor, una caminante antigua, imagínate de los tiempos de ‘La Ley’, de la avenida Colonial.
Con Cindy me pegué buen tiempo, me dio alegría verla, todavía está fuertota, nos emborrachamos esa noche y terminamos cantando la canción de mi tía Laura Mau: ‘Deseada, deseada, no importan los sentimientos, solo el sexo/ solo el sexo’. Nunca me voy a olvidar cuando en un cuarto de La Posada me confesó que había conocido a un gringo que llegó de turista al Perú y le puso la puntería. No me había dicho nada, pero una noche me citó en el hotel cuando ya tenía todos sus planes bien armados. ‘Gordito, hazme tuya por última vez. Mañana me voy a Estados Unidos, hay un hombre bueno que me va a dar todo lo que tú me niegas. Te acostumbraste a buscarme en las madrugadas, hacerme el amor y me dejabas en mi casa como un paquete. Eso no es vida para una mujer como yo, Pancho’.
Causa, te juro que soy barrio, de corazón duro, pero esa noche derramé lágrimas de varón. Cindy me juró que me amaba, pero tenía que ver por su futuro. Después de varios años regresó al Perú ganadaza, con un gringo grandazo de dos metros, pero con cara de gilazo y una preciosa hija adolescente. En su casa anunciaron un gran fiestón. Al comienzo todo estaba bien en el tono, pero las chelas se le subieron al gringo y se quedó dormido. Cindy, medio picada, me dijo: ‘Anda a la esquina y espérame en tu camioneta’. Cuando llegó se me lanzó encima como una loba. Hicimos el amor como locos en mi camioneta. En mi borrachera le dije: ‘Te vendiste por unos dólares’. Ella lloraba y me besaba. ‘Pancho, me dijo, di todo por ti y me pagaste mal.
Recuerdo que hasta me pediste plata prestada y nunca me la devolviste. Tenía que ver por mi futuro. Recibe lo que te doy como muestra de que fuiste mi gran amor, porque mi gringo es buenísimo, me complace en todo y nunca lo abandonaría. No lo amo, pero vivo tranquila’. El tiempo cura todas las heridas y la verdad es que después que se me pasó la borrachera, me di cuenta de que solo quise darme el gusto de hacerle otra vez el amor’”. Pucha, ese señor Pancholón es un cochino y sinvergüenza, no respeta a nadie. Me voy, cuídense.