Mi amigo, el Chato Matta, llegó al restaurante por sus tallarines al pesto con su churrasco encima y su jarrita de agua de carambola fresquecita. “María, me timbró el gran Pancholón, el abogado mujeriego, rey del ‘dame que te doy’, la patadita debajo de la mesa y la sacada de lengüita. Me contó que estuvo en el saunita de su club de toda la vida, el Lawn Tennis. ‘Chato, me esperaban mis causas del club capitaneados por ‘Papi’, ‘Pellny’, el ‘general’ ‘Chorri’, Bianchi, ‘El chino’ y otros bravos.
Habían preparado la cámara de vapor con sus hojitas de eucalipto, cáscara de naranja, piña y manzanilla. Al unísono me dijeron: ‘Pancholón, se te ve feliz, ¿ganaste un caso? ¿Campeonaste con la colochita de Miramar? ¿Qué ha pasado, bro?’. ¡Claro que estoy feliz!, respondí. Me salió mi divorcio y vengo de recoger mi DNI electrónico y figura esa palabra bendita ‘divorciado’.
Ya no tengo nada que ver con la ‘innombrable’ y me podré comprar un ‘depa’ de soltero sin que esa angurrienta intente meterle las uñas. Mis dos matrimonios fueron dos caras de una moneda. La cara era una santa a la que le jugué mal, fui un perro; la segunda un sello siniestro, diabólico y felizmente no tuve descendencia con ella y le canto una clásica de Gianmarco: ‘Que te vaya bien sin mí/ si te veo no te conocí, no es tan fácil, pero es parte de este juego...’.
Pero la felicidad no es perfecta. Estoy palteado porque un ‘sapo rabioso’ con disfraz de doctor le fue con el chisme a mi saliente, la abogada venezolana a quien le han puesto ‘panetón de mil soles’, porque está riquísima. Es bella y enferma a la vez.
Ni bien recibió la ponzoña del médico chismoso, me llamó: ‘Marica, usted es cierto que está divorciado, pero ahora está comprometido conmigo, de aquí para adelante yo soy la novia del gran Pancholón y no me vengas con vainas, que hay unos ‘chamos’ malencarados que te tumban a la sola orden mía. ¡¡Oyó usted!!’.
Chato, los sauneros se asustaron al escuchar el audio intimidatorio. ¿Qué vas a hacer Panchito?, me dijeron al unísono. Muchachos -les respondí-, no me complico la vida. Ella me tiene que aceptar tal como soy, con mis defectos y virtudes, ya que la tranquilidad no tiene precio. La abogada tóxica sabe de qué pie cojeo y cuál es mi debilidad, a mis años no voy a cambiar, no voy a dejar de relatar los partidos que me solicitan mis amigas en la intimidad, no voy a dejar de hacer en la cama ‘el salto del chanchito’, no voy a dejar la patadita debajo de la mesa, voy a seguir viajando por el mundo, voy a seguir reuniéndome con mis amigos del Lawn Tennis, con los de mi promocion del Guadalupe y con mi promocion de Derecho de la San Martín, con las pichangas en el Telmo Carbajo con los abogados del Callao, con mis hermanos de Arsenal de la playa Santa Rosa, mis camaradas del barrio de San Martín de Porres y San Miguel.
Como siempre dije, la vida es una sola y a la tumba no vas a llevar lo material, sino lo vivido. Las amo a todas. Y ahora pídanle al mozo una cajita de chelas bien heladas y dos fuentes de cebiche de corvina que Pancholón invita. Estoy chocolate’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de cochino. Se divorció para seguir siendo infiel. Es un sinvergüenza y al final se va a quedar solo. Me voy, cuídense.
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