La Seño María

Pancholón en Miami: extraña a su venequita

El Chato Matta te cuenta por qué Pancholón extraña el Perú a pesar de que le va bien con las mujeres en Miami.

El Chato Matta llegó al restaurante por un poderoso caldo de gallina con presa grande, dos huevos, papita amarilla, limón y rocotito molido. Para calmar la sed pidió una jarra con chicha morada. “María, Pancholón es un caso. Me timbró cerca de la medianoche. ‘Causita, me gritó, y se puso a cantar una canción de que tanto le vacila: ‘Me gusta la farra y las mujeres buenas/ Vivir con amigos, vaciando botellas/ Me gusta la vida, me encanta el amor/ Soy aventurero con el corazón/ Y a mí me gusta la parranda, a mí gustan las mujeres...’. Chatito, ya tengo varios días en , la paso muy bien, me atienden como a rey pero ya me ahogo aquí en Estados Unidos. No es lo mío. A mi Perú no lo cambio por nada.

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Si me dan a elegir entre Manhattan y la Trinchera, me quedo con la Trinchera, con su olor a pichi. Me preguntan por South Beach y más me divierto de noche en la Costa Verde. Lo bueno es que aquí también campeono. Estaba de shopping por Ocean Drive y no me di cuenta que una colorada de 1.80 no me quitaba la mirada de encima, me alucinaba de pies a cabeza. Me hacía juego de luces y saqué a relucir mi repertorio de más de 30 años de caminante.. ‘i like you (me gustas)’, me dijo en su inglés sensual. Le saqué la lengüita, que es el idioma universal de los tramposos, y ella sonrió.

Sacamos los celulares y al día siguiente nos fuimos en un yate, pedí champán y dejé bien a los peruanos. ‘Sigue Perú, sigue, dale, ohhhh, my God’. Recordé mi época de oro cuando mi programa radial tenía auspiciadores como, que me pagaban miles de dólares y viajaba por Sudamérica transmitiendo partidos de la Copa Libertadores y las Eliminatorias. Paraba en salsódromos y me daba la gran vida. Había una mancha que me seguía a todos lados. Pero cuando los auspiciadores me cortaron el caño, cerró mi programa radial y ya no podía pagar las cuotas del carro, desaparecieron todos los chupamedias.

La vida es una ruleta, estás arriba o abajo. Igual es con las mujeres. Nunca te regales como si estuvieras mendigando un poco de cariño. Eso es para Chotillo. Ellas deben llegar a ti solitas. Mi táctica es carisma, floro, chispa y mis historias. ‘Salud, peruanito lindo’, me dijo la bella Tracy en su español masticado. Terminé y me quedé vacío mirando el mar. Me vino la pensadora y me acordé de mi venequita de San Miguel, quien en las madrugadas me muerde mi cuellito y me dice: ‘Gordito, hazme el amor otra vez’. Acá todo es dólares, trabajo full time, la gente ni te saluda; si no tienes carro, no vas a ningún lado. Nadie te regala una sonrisa. Allá en mi Callao, ‘pichangueo’ a mitad de semana en el Carbajo, contrato orquestas, en una esquina subo mi ‘cantor’ a todo volumen con mi caja de chelas en el medio. Lo malo es que los ‘gatillos flojos’ ahora están dando vueltas por todos lados’”. Ese señor Pancholón es un sinvergüenza. En todos lados hace sus cochinadas. Me voy, cuídense.

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