Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por sudado de cojinova con arrocito blanco y un toque de rocoto molido. Para calmar la sed pidió una jarrita de jugo de papaya. “María, en estos días la gente anda estresada, apurada, ajetreada y nerviosa. A cada rato me encuentro con gente de mal humor.
Las compras navideñas, los preparativos para la cena de Nochebuena, las despedidas con los compañeros, el fin del año escolar y el tráfico endemoniado en la ciudad nos tienen en estado de alteración constante. Hay que tranquilizarse, pues ese estrés nos puede afectar la salud. Tampoco debemos pelearnos en la calle, pues nunca falta un loco que ande armado.
Hay que respirar hondo, escuchar música y alejar los malos pensamientos. Se debe pensar que la familia nos necesita y que esperan para los festejos de fin de año. En la Panamericana Norte, Vía Expresa, avenida Javier Prado o en la Carretera Central, los choferes se mentan la madre, tocan como locos el claxon o se pelean a puño limpio por tonterías. Y eso que aún no hace mucho calor.
Tranquilidad, paz y bastante risa. Esa terapia funciona. Hace dos años, un taxista discutió con un limpiador de vidrios venezolano que lo acuchilló en el corazón hasta matarlo. Si se hubiera quedado tranquilo hoy estaría con vida junto a los suyos. Cuando estoy a punto de reaccionar por algo, pienso en mis hijos y en que ellos me necesitan. No puedo fallarles.
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