La Seño María

Golazo de Pancholón

El Chato Matta cuenta su amorío con una rusa cuando fue al Mundial de Fútbol del 2018. Ahora, ha decidió no ir al de este año por las prohibiciones.
Perú fue al Mundial de Rusia 2018.

El Chato Matta llegó al restaurante por un cebiche de tilapia con langostinos y un arrocito con mariscos jugosito. Para calmar la sed se pidió una jarrita con chicha morada fresquecita. “María, recibí la llamada urgente de mi hermano Pancholón. Gritando me dijo: ‘Papá, somos sauna, círculo cerrado, nada de largadores ni ‘zapatos rotos’. Llegué y justo habían cambiado la hierba. La cámara de vapor olía a eucalipto, hierba luisa, muña y manzanilla. ‘Chatito -me dijo el abogado mujeriego- ya estaba listo para volar a Qatar, pero a última hora me desanimé. Muchas prohibiciones en ese país. Imagínate este pechito sin trago ni mujeres. Eso no es vida. Nunca olvidaré las aventuras que viví en Rusia 2018. Sobre todo con mi amor, mi rusita Irisa’.

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‘Cuenta Panchito, más detalles’, le dije. ‘Bueno, yo llegué a las playas de Sochi, en el Mar Negro, en plan ganador, con mi espectacular parlante bluetooth, mi bermuda, mi camiseta blanquirroja, mis lentes de sol y coloqué una tremenda salsa de Zaperoko, ‘Mala mujer, no tiene corazón’, y ensayé mis mejores pasos de baile en la arena, recordando mis mejores madrugadas en ‘La Furia Chalaca’, ‘La Ensenada’ y ‘La Ley’. En eso vi que una rubia de ojos cielo y con una tanguita de infarto me miraba entre sonriente y curiosa. Al toque saqué mi celular última gama y puse mi aplicación ‘diccionario ruso-español’, me acerqué y le dije en ruso: ¿Bailas? El mujerón enrojeció y la gente me hacía barra. Ella sonrió y salimos al ruedo.

Me convertí en Jim Carrey en ‘La Máscara’ enamorando a la mamacita de Cameron Diaz a punta de aparradas en la pista de baile. Le agarraba la cinturita y más abajo aún, y la rubia era pura risita coqueta. Le susurraba al oído la única palabra que había aprendido para piropear rusitas: ‘krasota, krasota’ (belleza, belleza) y le di un besito en la orejita y la muñeca se estremeció.

‘Te voy a narrar el final imaginario de la Copa del Mundo entre Perú y Rusia: Ya se va mi Perú, dominando balón Pancholón, empieza a correr, empieza a picar, pasa la media cancha y aparece una linda rusa y le comete infracción, una plancha directa al corazón, y Panchito cae al suelo, la miraaaaa y se enamoraaaaaa... ¡¡goooollll!!’. Mi narración se la traduje al ruso y la hermosura me gritó: ‘¡¡Viva el Perrrú!!’, me dio un chape y me invitó a su depa. En el dormitorio dejé en alto el nombre del Perú con mi ‘salto del chanchito’, que hizo que sus gritos se escuchen hasta la Siberia.

Los problemas comenzaron cuando ella, que trabajaba en un banco, me dijo: ‘Panchito, quédate en mi departamento para que todas las noches me relates más partidos, pero que tengan muchos goles’. Era insaciable. Yo le canté la firme: ‘Mi amor, ya estoy en base cinco y solo te puedo relatar partidos los fines de semana’. La rubia no entendía razones. Solo me repetía: ‘A Pancholón lo quiero mucho’.

Al final se salió con su gusto y acabó el Mundial, pero me tuvo ‘secuestrado’ un mes más y me tuve que escapar sin despedirme. De regreso a Lima cobré feo. Un ‘zapato roto’ me grabó besuqueándome de lo lindo en una discoteca y subió el video. Perdí por goleada. Mi mujer me botó y tuve que alojarme en la casa de campo de mi amigo billetón que tiene una mansión en Cieneguilla’”. Pucha, ese Pancholón es un cochino y sinvergüenza, nunca va a cambiar. Me voy, cuídense.

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