Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos tallarines rojos con pollito y su papa a la huancaína al lado. Para tomar, pidió una jarrita de chicha morada. “María, cuando yo era chiquita la gente no se enfermaba así nomás. Que un vecino acabe en el hospital era muy raro, solo pasaba con los viejitos. Pero ahora las clínicas y hospitales lucen abarrotados y las cadenas de farmacias y boticas se llenan de plata con las medicinas que venden a montones.
¿Qué ha pasado? Muy simple, nuestra forma de vida ha cambiado. De una existencia tranquila, con pocos sobresaltos, se ha trastocado a una llena de temor, angustia y mucha violencia. Violencia en el hogar y en la calle. Las noticias de la televisión y los diarios están llenas de secuestros, homicidios, robos, extorsiones y corrupción.
La comida también es otra. Antes, Lima estaba rodeada de campos de cultivo y ganadería. Desde Chorrillos, el Callao o los puertos del norte chico, nos llegaba gran cantidad de pescado baratito, pues tenemos la suerte de contar con un mar rico en especies. Los animalitos comían sano y las legumbres, tubérculos y verduras crecían casi sin necesidad de fertilizantes químicos.
Ahora todos los alimentos que consumimos tienen alguna intervención química, desde el alimento de los pollos, vacas y chanchos, hasta los vegetales, que son modificados genéticamente. También están los preservantes, presentes en todos los alimentos enlatados.
Toda esta ingestión produce algún grado de alteración de nuestro organismo. Entonces, hay que empezar por cambiar nuestro modo de vida, pues, de lo contrario, viviremos menos. Hay que comer sano y llevar una vida tranquila. Hay que pasear más, reír más y bailar mucho.
Y, por favor, siga estos consejos valiosos:
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