Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un pollo al sillau con su arrocito graneado y rocotito molido. Para tomar, pidió una jarrita de jugo de maracuyá heladito. “María, terribles e indignantes las imágenes del fin de semana donde se vio nada menos que al dalái lama, el líder espiritual de los budistas en todo el mundo, besando en la boca a un niño y pidiéndole que le chupe la lengua. Y esto fue transmitido en directo por la televisión, mientras los presentes solo se reían como si fuera la travesura de un menor.
Si yo hubiera sido el padre, habría corrido a meterle un golpe en la cara a ese viejo cochino y degenerado. Imagínense, si eso pasa con un personaje tan reconocido y considerado un jefe de Estado, qué cosas no suceden tras las puertas de templos, viviendas o locales comerciales. Ya no hay seguridad con nadie.
Uno ya no puede estar seguro ni en la casa. Mi esposa y yo somos bien desconfiados. No dejamos que nuestros hijos se queden en la casa de nadie así nomás. O que salgan fuera de casa solos y sin rumbo. Nosotros conocemos a todos sus amigos y los lugares a donde van. Los seguimos sin que lo sepan desde lejos. No me importa que me digan loco o desconfiado.
La seguridad de mis hijos está primero. Ellos me lo agradecerán después. Cuando sean adultos ahí los soltaré. Cuando tengan la capacidad de defenderse por sí solos y tengan la fuerza suficiente para enfrentarse a cuanto monstruo puebla las calles. Ya no hay lugares seguros. Se ha conocido miles de casos de curas que han abusado de niños en las iglesias, centros religiosos o lugares de retiro. También de entrenadores de fútbol o vóley, que terminaron ultrajando a niños aprovechándose de su debilidad.
Padres, sigan estos consejos:
Contenido GEC