La Seño María

Crimen sin perdón

El periodista ‘Barney’ contó algunos detalles del cruel asesinato de la joven venezolana Osnery Prieto.
Osnery Prieto fue asesinada por su vecino en Chorrillos | TROME

Mis amigos, el fotógrafo Gary y el redactor gigantón ‘Barney’, llegaron al restaurante por sus tallarines rojos con pollo, presa grande y papita a la huancaína. "María -me dijo ‘Barney’- el domingo descansaba el legendario redactor de policiales ‘El Sonámbulo’ y a las siete de la mañana me llamó el jefe de informaciones: ‘Gigantón, hay dos muertitos en Chorrillos, la policía por su radio en clave, habla de una ‘Miss Venezuela’ entre las víctimas. Apúrate’.

Llegamos con Gary a ‘La Campiña’, un lugar tranquilo en Chorrillos, donde se han afincado muchos venezolanos porque, aparte de ser una zona industrial, hay hartos negocios, mercados y restaurantes periféricos al gran Mercado Santa Rosa. Llegamos a la calle Andrómeda y la gente estaba como loca. Los venezolanos lloraban desconsoladamente.

¿Qué había pasado? La versión de los familiares directos y vecinos de Osnery Prieto (24), guapa llanera que trabajaba en una panadería a pocas cuadras de su casa, fue degollada por su conviviente, su paisano Rayme Rojas Marcano (37) a las seis de la madrugada del domingo. El homicida, ni bien cometió el feminicidio, subió a la azotea del edificio y presa de los remordimientos por la bestialidad cometida, cobardemente se ahorcó.

Cuando llegamos, el cuerpo de Osnery estaba en la habitación, en un terrible baño de sangre. Pero el cuerpo del homicida estaba colgado a vista de todo el mundo, como un Judas después de vender a Jesús. Un policía, para evitar que los niños vean la trágica escena, sacó una colcha del cuarto del asesino y la colocó encima del suicida.

Ella había llegado a Perú recién hace un año, con su madre, su padrastro y su hermanito de 12 años y era la esperanza de su familia para salir adelante en suelo extraño. Al poco tiempo, Osnery se emparejó con un compatriota suyo, trece años mayor que estaba loco por ella y se fue a vivir con él.

El novio la ayudaba y también a la familia de la víctima. Pero a los meses, la joven comprendió que se había vuelto una ‘prisionera’ de Rayme, quien no quería ni que saliera a comprar a la tienda de al lado. Cansada de vivir dependiendo de un enfermo de los celos, la joven consiguió trabajo en una panadería cercana.

Allí conoció a otros hombres de su edad o departía con sus jefes, mientras su pareja comenzó a agredirla verbalmente y la relación se convirtió en un infierno para la mujer. Las versiones de lo que sucedió durante la pandemia difieren. Unos aseguran que ella vivía con Rayme pero ya hacía su vida propia y salía con otros jóvenes.

Otros dicen que ella se mudó a otro cuarto del mismo edificio donde vivía su expareja. Lo real es que ella y su asesino tenían una relación tóxica y que era cuestión de tiempo que la violencia cotidiana de gritos, insultos, empujones o golpes podían transformarse en algo irremediable. Desde que se inició el Estado de Emergencia se han cometido treinta feminicidios y ¡91 desde enero!'. Pucha, qué terrible crimen. Me voy triste, cuídense.

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