Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sudadito de perico con arrocito graneado, camotito, rocotito molido y juguito de limón. Para tomar pidió una jarrita de limonada. “María, a medida que se acercan las fiestas de Navidad y Año Nuevo aumentan los casos de robos, asaltos, extorsiones y estafas en el Perú. Las calles como nunca son un peligro.
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Tengo amigos que ya no quieren salir a la calle para lucirse en sus espectaculares camionetas 4x4 por temor a sufrir un atraco o que les roben a balazos. Miren nomás lo que le pasó a una empresaria en Trujillo, quien hace 15 días fue secuestrada por la banda ‘Los pulpos’ y felizmente rescatada por sabuesos de la Policía. Nadie está a salvo.
Hace poco el congresista Alejandro Muñante denunció que lo llaman a su teléfono o le mandan mensajes para extorsionarlo. Qué tal desparpajo para hacerlo con un parlamentario. Si eso pasa con un político que permanece las 24 horas resguardado por la Policía, imagínense a los simples mortales que tienen que tomar micro o caminar a su casa o al trabajo. Estamos desprotegidos y lentamente nos estamos convirtiendo en una nueva Venezuela, donde la vida es más peligrosa que escalar sin cuerdas una montaña. Y a todo esto al gobierno parece no interesarle lo que pasa con millones de peruanos.
En lugar de encabezar personalmente el ataque al hampa, convocando a todos los sectores, el presidente Pedro Castillo está enfocado en cómo salir de las 51 denuncias por corrupción que enfrenta a solo año y medio de haber iniciado su gobierno. Y lo mismo pasa con sus ministros. A cada rato arman conferencias de prensa para defenderse de las acusaciones contra ellos mismos o contra el mandatario. Lo que deberían hacer es pensar en soluciones de cómo salir de la crisis económica y de la inseguridad. A este paso solo nos queda defendernos nosotros solos.
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