Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por unos tallarines verdes con chuleta frita y papa a la huancaína. Para tomar pidió una jarrita de limonada frozen para bajar el calor. “María, terrible lo que pasó ayer con la seguridad del hijo de la presidenta Dina Boluarte. El capitán y un suboficial designados a su resguardo se pusieron a dormir dentro de una camioneta, mientras el familiar de la persona más importante del país estaba dentro de un inmueble.
Dos hampones vieron la escena y los asaltaron para arrebatarles sus armas de reglamento y fugar. Un escándalo. La delincuencia está cada vez más avezada. Si asaltan tan fácilmente a ¡policías!, qué le espera al ciudadano de a pie. Por eso desde distintos sectores han pedido un fuerte castigo para los custodios, pero la cosa va más allá. Debe haber una reingeniería en las escuelas de policía. No es posible que salgan cada vez más agentes poco preparados y hasta corruptos. Todo empieza en la selección, donde también prima el amiguismo, la ‘vara’ o corre plata para que determinado postulante entre. ¿Y dónde queda la vocación de servicio?
Los congresistas, en lugar de viajar con la plata de los peruanos o pedir licencias indefinidas, deberían poner manos en el asunto. No esperemos a llegar a lo que está viviendo Ecuador en estos momentos. Una organización criminal se ha enfrentado al Estado ecuatoriano, tomando una universidad, un hospital, un canal de televisión y un penal. Queremos policías que realmente protejan a la población, que patrullen las calles, que investiguen y no se duerman en sus horas de servicio.
A esos hay que botarlos. No sirven para la labor de dar seguridad al ciudadano. Pero igualmente los poderes del Estado deben defender hasta las últimas consecuencias a los efectivos que matan a delincuentes en acción de servicio. Que no les hagan juicio o los detengan por leguleyadas. Si no, ¿cómo pretenden que se enfrenten al hampa si pueden ir presos por disparar a un antisocial? Señores, estamos en guerra contra el hampa organizada. Mano dura con ellos. No les hagan caso a esos caviares y blandos que viven en Narnia, y que gritan derechos humanos para delincuentes despiadados que matan inocentes por un celular.
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